Haz memoria. Feliz cumpleaños.
La Historia es resiliente. Su
razón de ser está en el futuro. Se recuerda para la posibilidad de un futuro
capaz de albergar esperanza, para concretar lo mejor que el ser humano puede
dar de sí mismo. Sin Historia, el ser humano se diluye en un eterno ahora en el
que la satisfacción inmediata del yo, que jamás puede ser lograda
completamente, ocupa todo deseo posible. Perdemos entonces el vínculo de
sentido con aquello que nos ha traído a este momento y con aquellos que han
sido traídos con nosotros, así como nuestra responsabilidad hacia el futuro. No
es casualidad que en nuestra época, extremadamente comprometida por lo
inmediato y el individuo, el valor de la Historia sea puesto en cuestión.
Se dice que aquel que no conoce
su historia está condenado a repetirla, porque la Historia no solo recuerda
sino que también nos recuerda, nos dice quiénes somos y quiénes podemos ser.
Veía hace unos días la película Mientras dure la guerra (2019) de
Alejandro Amenábar quien nos invita a volver la vista sobre nuestro pasado más reciente
y las heridas que hoy siguen abiertas entre unos y otros. Sin olvidar que esto
es cine, es decir ficción, y no tiene como finalidad contar la historia al pie
de la letra, porque siempre está bañado de la visión del director o de la
cultura del momento, el séptimo arte tiene cualidades increíbles con la
capacidad de emocionar al espectador y de transportarlo visualmente a cualquier
lugar o época, y me sorprende la capacidad de poder movernos hacia perspectivas
ajenas, hacia mentalidades opuestas a nuestro sentir, a despertar la empatía
por los otros, por el otro, por los enemigos, o de seguir afirmándonos en
nuestras convicciones. La revisión y recuerdo de la historia puede ser una
buena herramienta para que, desde las heridas abiertas, poder intentar una
reconciliación. El sentido último de la Historia es la comprensión de las
profundas estructuras que han moldeado el pasado y han alumbrado nuestro
presente. La Historia es importante, hacer memoria de ella también. Porque no
se trata solamente de la obligación de conocer nuestro pasado sino de la
necesidad de relacionarnos con él creativa y críticamente.
El 9 de septiembre de hace
cuarenta años, el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) cerraba sus
puertas durante su horario habitual. El equipo de conservadores del museo era
avisado por su director de que había que desmontar y empaquetar un gran cuadro.
Le quitaron el bastidor y lo enrollaron. La tarea les llevó toda la noche. El
cuadro fue subido a un camión que recorrió escoltado las calles de Nueva York
hasta llegar al aeropuerto para ser metido en la bodega de un avión comercial
lleno de viajeros ajenos a su acompañante. El avión aterrizó en Madrid el 10 de
septiembre de 1981. El comandante del vuelo avisó a los pasajeros[1]
de que en ese avión había viajado junto a ellos la gran obra pictórica (no solo
por su gran tamaño, más de 7 metros de largo) del pintor malagueño Picasso
conocida hoy como El Guernica.
La pintura representa el brutal bombardeo
que ejecutó la aviación alemana, aliada del régimen franquista, durante la
Guerra Civil Española sobre la población de Guernica y que causó cuantiosos estragos,
incontables daños materiales y la pérdida de muchas vidas. Lejos de colores,
ideologías, razones y razonamientos, la realidad es que en última instancia la
muerte de cientos de vidas, la pérdida irreparable de estas vidas coloca, casi
de forma inevitable, a unos como vencedores y frente a estos a otros como los vencidos.
Una distancia difícil de salvar para un país que se enfrentó a sí mismo hasta brotar
la sangre.
La vuelta a España del cuadro era
un símbolo de reconciliación del país. Fue llevado a Nueva York por petición
del propio Picasso tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial y donde
permanecería custodiado mientras durara el conflicto. Lo cierto es que el
exilio del Guernica se prolongaría
indefinidamente hasta que se restablecieran las libertades democráticas en
España. La muerte de Franco y el avance de la Transición creaban las
condiciones adecuadas para poner sobre la mesa la vuelta de la obra, que
fue un encargo de la II República al pintor y por tanto patrimonio español, y todo
un símbolo de la lucha antifranquista y la reconciliación del país.
"Un mundo en paz, un mundo
hermanado. Imagina a toda la gente; Compartiendo todo el mundo”. Otro 9 de
septiembre, de 1971, John Lennon publicaba su canción más icónica, Imagine, una canción que se ha convertido
en todo un himno. Tras los atentados de la sala Bataclán en París sonaba en
plena calle cantada por voces anónimas improvisadas. Recientemente, en la
clausura de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 la melodía inconfundible de Imagine volvió a resonar como símbolo
del cumplimiento de un lugar mejor para todos. Han pasado 50 años desde
que John Lennon publicó esta canción y ninguno de los deseos que
escribió parece estar cerca de cumplirse. Seguimos imaginando ese mundo, seguimos
soñando con él. Imagine sigue sonando
como impresa en nuestra memoria, en cada plegaria colectiva, como el eterno
sueño de un mundo mejor[2].
Porque el recuerdo de la canción de Lennon sigue sirviendo para proyectar algo
de esperanza sobre un pasado y un presente desesperanzador.
Cada 21 de septiembre desde 1994
se conmemora el Día Mundial del Alzheimer, una enfermedad que repercute en la
memoria de quien la sufre y que, según los cálculos, el número de personas
afectadas en España supera las 700.000 entre los mayores de 40 años y de la que
se estima que en 2050 el número de enfermos por Alzheimer se habrá duplicado y
se acercará a los dos millones de personas[3].
El enfermo de Alzheimer va perdiendo la memoria, el entendimiento, el juicio,
el habla, el cálculo, el pensamiento, la orientación, etc. en un proceso
continuo en el que generalmente es la pérdida de la memoria la primera
observación de alteración que percibe el enfermo o sus parientes más
próximos. Es una enfermedad terrible porque sus síntomas no afectan solo
al físico del paciente sino que inciden directamente sobre la memoria lo que
implica una pérdida del conocimiento de uno mismo y del entorno que lo rodea. Daña
la identidad del enfermo porque sin memoria no podemos ser.
Recordar aquello que hemos sido
nos impulsa hacia delante. La Historia se recuerda, se registra para algo, para
mirar hacia delante. La memoria, hacer memoria significa traer nuestro pasado
al presente para abrir el futuro, cultivar una relación crítica y de
discernimiento con el presente para construir una opción de futuro más atenta a
la historia ya vivida.
No sé cuál es tu historia
personal. Tal vez prefieras olvidar alguno de sus capítulos. Practicar un
borrado de memoria parcial o completo para empezar de cero. Puede que funcione.
Lo cierto es que eres quien eres por cómo has llegado hasta aquí, así que cada
capítulo de tu historia importa. Siendo honesto, haciendo memoria he reconocido
pasajes de mi historia que prefiero olvidar. Capítulos oscuros, de bombardeos y
pérdidas, de inviernos eternos, de luto irreparable, de enfrentamiento y lucha,
pero en los que siempre ha sonado una melodía de esperanza, una melodía esperanzadora.
Y hago memoria de todos ellos ahora que me encuentro en primavera para ser
justo y razonable y relacionarme con mi propia historia de una manera que me
permita seguir caminando.
Recuerdo una ocasión, me encontraba
con Sara en una fiesta con amigos y conocidos, y alguien nos hizo una pregunta
inoportuna, por el lugar, el momento, y la temática: “¿Vosotros no tenéis hijos
porque no podéis o porque no queréis?”; No recuerdo que pasó por mi mente en ese
instante, solo recuerdo que hui. Me marche sin dar respuesta alguna pero
dejando sola a Sara ante aquella inadecuada e impertinente cuestión. A veces
recordamos aquel momento entre sonrojos y medias sonrisas, pero lo cierto es
que en aquel preciso momento ambos nos sentimos como Guernica, bombardeados por
fuego enemigo, desolados.
Y hago memoria de aquel instante
(y de otros muchos) ahora que Eva está aquí, y puedo cometer el riesgo de pensar
que tal vez aquella pregunta fuera de lugar tiene ahora respuesta, ahora que
Eva está en casa, o si no es respondida al menos que Eva esté con nosotros nos
haga sentir algo de alivio y olvidar esos otros momentos menos agradables. No
te voy a negar que en buena medida es así. Como tampoco puedo negar que no encontré
respuesta para aquella pregunta, ni para muchas otras que yo mismo me he hecho.
Pero creo que en mi memoria hay suficientes datos, hechos y milagros para respaldar
la realidad de que nunca se ha tratado de lo que yo (nosotros) podía o quería
hacer sino de lo que Dios quería y podía hacer conmigo (pero también en y través de mí). Y hago
memoria y mi pequeña historia es como la de aquel pescador que se encontraba
frente a su maestro quien le decía:
De cierto, de cierto te digo:
Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas
viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras
(Juan 21,18).
La memoria es frágil cuando el
presente es dulce. La memoria es frágil cuando la historia es difícil. Pero es difícil
vivir sin recordar nuestra historia. Hacer memoria no solo nos sitúa ante la
obligación de conocer nuestro pasado sino también ante la necesidad de
relacionarnos con él creativa y críticamente, traer nuestro pasado al presente
para abrir futuro. El futuro será siempre de su mano. Deseamos que un día,
hagas memoria y tú también puedas ser ceñida y te agarres de su mano.
Feliz cumpleaños, Eva.
Te quiere, papá.
[1] https://www.cope.es/actualidad/sociedad/historia/noticias/del-guernica-fue-una-locura-unico-testigo-creacion-del-cuadro-descubre-los-secretos-picasso-20211031_1579813
[2] https://www.cope.es/programas/la-tarde/noticias/anos-imagine-eterno-sueno-mundo-mejor-20210909_1490636
[3] Censo de
las personas con Alzheimer y otras demencias en España, p. 9. https://www.ceafa.es/files/2020/12/censo-alz.pdf
Comentarios
Publicar un comentario