El Buen Pastor

Siempre que me acerco al estudio de la Biblia pienso en ser capaz de extraer algo relevante, algo importante para mí, algo que sea realmente de valor para hoy. 

Lo cierto es que estas palabras de Jesús que recoge el evangelio de Juan son de sobra conocidas, lo hemos leído y escuchado en un sinfín de ocasiones. Incluso los más pequeños conocen esta declaración de Jesús, porque en una primera instancia el mensaje es bastante claro, sencillo, y sin dobleces: Jesús es el Buen Pastor.

Y una vez que ya estaba inmerso en el estudio de este pasaje me daba cuenta también de la frecuencia con la que Jesús se sirve con frecuencia de elementos sencillos, propios de la vida cotidiana de los tiempos de los autores bíblicos para transmitir de una manera más clara verdades realmente profundas y de gran calado.

Si la predicación tiene como tarea la exposición del texto bíblico, ya sea como proclamación, como enseñanza, o por medio de la exhortación; el estudio mismo del texto bíblico que pretende alcanzar el centro de su mensaje, la hermenéutica, la exégesis, se centra en el intento por entender y comprender el mensaje auténtico del texto, y de algún modo también actualizarlo para que sea relevante en nuestro propio tiempo. Esta actualización, tarea que también debe llevar a cabo en buena medida la predicación, no se trata de cambiar el mensaje para hacerlo encajar en nuestras circunstancias. De aquí solo podríamos sacar enseñanzas y mensajes particularmente manejados para que digan lo que queremos que digan, y por lo tanto erróneos, y que en muchos casos no tendrán nada que ver con el pensamiento del autor bíblico, que conviene no olvidar ha sido inspirado por Dios (2 Ti. 3,16), sea cual sea el proceso de construcción del texto. Se trata entonces de acercar el significado original del texto a nuestros días, desde la preocupación inicial por el propio mensaje incrustado en la revelación.

Por eso, el significado actual de un texto no puede separarse de su significado original. No es mirar el texto desde nuestras circunstancias, sino mirar nuestras circunstancias desde el texto. Dicho de otra manera, es la palabra de Dios la que puede influir en nuestras circunstancias, no nuestras circunstancias las que pueden cambiar la palabra de Dios.


JUAN 10 

Cuando nos acercamos a un texto como este nos damos cuenta, como decía antes, que Jesús está hablando de manera figurada, usando una comparación (porque nosotros no somos ovejas) pero además debemos darnos cuenta de que se está sirviendo de los usos y costumbres de la sociedad de su tiempo, del contexto cultural, social, para explicar una verdad teológica enorme, que aún muchos, como podemos leer en este capítulo 10, con esta explicación sencilla no llegan a entender (Juan 10,26). Nosotros hoy, como lectores de la Biblia, debemos ver la necesidad de discernir los elementos culturales o sociales para ahondar en aquello que quiere transmitir realmente el texto, y extraer el verdadero mensaje que tendrá sentido para nosotros hoy en nuestras circunstancias. 

Dicho esto, en este texto vemos que Jesús se describe como el Buen Pastor, y además se remonta a la tradición del Antiguo Testamento, donde se dice que Dios es el pastor de Israel (Gn. 49,24; Sal. 23; 78,52; 80,1). De inicio, Jesús ya está vinculando su figura a la de Dios mismo. 

La cultura del tiempo de Jesús estaba familiarizada con los pastores, con las ovejas, y usa estas figuras de la vida cotidiana para llevar su mensaje. Hoy, la mayoría de nosotros, vivimos alejados de este tipo de vida pastoril, en rara ocasión hemos visto una oveja, más allá del zoo o la tele, y no conocemos a fondo la labor propia de los pastores. La imagen del pastor y las ovejas nos resulta entonces bastante ajena.

Sin embargo, aunque la vida pastoril nos sea algo ajena, todos somos conscientes de que las ovejas necesitan un pastor, y de que hay peligros que amenazan a las ovejas.

¿Cuál es el peligro que corren las ovejas?

 

EL PELIGRO

Hoy en nuestro tiempo podemos decir que tenemos dos actitudes diferenciadas: Aquellos que ven peligros por todas partes, y aquellos que no ven peligro por ningún lado.

Hace unos días escuchaba en la radio a un criminalista a propósito de un delito que se había cometido días atrás, algo realmente horrible. Decía este profesional que la sociedad ha de saber que los peligros, la gente dispuesta a hacer daño, está ahí fuera. Eso no nos debe privar de nuestras libertades, de vivir, pero sí debe hacernos conscientes de que tiene que haber un equilibrio entre la actitud que tomamos frente a los peligros y nuestras libertades.

Y pensaba que a todos nos han enseñado desde pequeños a no pasearnos por lugares peligrosos, a no hablar con desconocidos. Yo personalmente intento evitar situaciones donde creo que puede haber peligros que puedan sobresaltarme, lugares vacíos, oscuros. Tal vez sea mucho o poco, es tan solo una forma de evitar peligros. Eso no quiere decir que no salga a la calle, que no vaya a trabajar, que no coja el coche. Se nos enseña a ser sensatos, a ser conscientes del peligro para encontrar un equilibrio que nos siga permitiendo vivir.

Recuerdo cuando era pequeño que bajaba a la calle a jugar al fútbol con los vecinos, y mi padre se asomaba a la ventana de casa para ver dónde andaba. No hubiera sido sensato ni sano no dejar a un niño jugar en la plaza, pero como tampoco lo es despreocuparse.

No podemos minimizar los peligros que amenazan la vida en los parajes donde pastan las ovejas, así como no podemos minimizar los peligros que amenazan nuestra vida. Cuando Jesús se dirige a sus oyentes y les habla del pastor y las ovejas, da por sentado que la audiencia entiende la escena que está describiendo y que entienden que hay peligros. Al volver al texto y a la imagen del pastor y las ovejas podemos familiarizarnos con los peligros a los que estaban expuestas las ovejas.

EL DESIERTO

En la Biblia, la imagen del desierto es recurrente.El desierto en Israel es tremendamente importante para entender la Biblia. Este se encuentra a lo largo del extremo oriental del país. Desde Jerusalén, el lugar donde se encontraba Jesús cuando pronunció estas palabras, solo hay que ascender al monte de los olivos, un paseo sencillo de unos 40 minutos desde la ciudad, y desde allí uno ya se encuentra en el inicio de un desierto.

Al otro lado del Jordán, uno de los lugares más verdes y fértil de esta región, el desierto se extiende miles de kilómetros por las mesetas orientales y llega hasta lo que hoy conocemos como Arabia Saudí e Iraq. 

Los niños y habitantes de esas zonas siguen contando historias sobre el desierto, relatos de aventuras, igual que los canadienses o europeos del norte pueden contarlos sobre los bosques o sobre las zonas heladas durante el invierno. 

Sin embargo, los habitantes que viven en los límites de esta zona se sirven del desierto para alimentar a sus ovejas. Desde octubre a marzo las lluvias hacen que broten un sorprendente número de plantas y todas ellas constituyen excelentes pastos para las ovejas. Pero durante la mayor parte del año el desierto es un lugar inhóspito. El agua es escasa, rara vez se encuentran alimentos y los peligros están por todas partes.

Esta es la imagen que debemos fijar. El desierto es un lugar inhóspito, peligroso.

Nosotros vivimos en un desierto moderno. El ambiente del mundo es tan traicionero como el desierto de Judá. Lo que hoy amenaza nuestras vidas no es solo un estilo de vida ajena a Dios, sino también la atmosfera hostil donde este estilo de vida tiene lugar.

Una noticia en el periódico EL MUNDO de ayer decía que en 2020 se habían registrado 3941 suicidios en España. 11 personas cada día.

Hay muchos tipos de desiertos. Puede que en este momento tú estés en medio de un desierto inhóspito en tu vida. Un lugar donde no hay tregua, no hay descanso, no hay lugar donde refugiarse, sin agua. La vida diaria puede resultar un desierto lejos de Dios.

Juan 10 revela la necesidad que tenemos no solo de salir del desierto, sino de un pastor que nos guíe, que nos conduzca con seguridad por el desierto. Juan 10 nos invita a hacernos una pregunta importante. En medio de este desierto amenazador, ¿A qué pastor seguimos? Cuando las personas estamos en crisis, cuando nos sentimos amenazados por los peligros del desierto, solemos acudir a cualquier lugar que nos ofrezca una alternativa segura. La Biblia nos da una solución directa y simple. Jesús es el Buen Pastor, el verdadero y único pastor que puede guiarnos en medio del desierto, guiarnos con seguridad. Este pastor, este Jesús, ha entregado su vida por nosotros, para tenernos en su redil. Pero fuera de este redil sigue habiendo peligros. Fuera del redil sigues siendo una oveja sin pastor, una oveja expuesta al peligro.

Si como decía antes, el texto nos muestra la realidad del desierto y podemos entender los peligros  a los que se exponen las ovejas, también nos muestra las habilidades y cualidades del pastor para protegerlas.

 

JESÚS, EL BUEN PASTOR

Es importante y así lo hace notar el mismo Jesús no dar a la imagen del pastor un acento excesivamente sentimental o bucólico. El trabajo de los pastores era duro, cansado y peligroso.

Como hemos leído Jesús se autodenomina como el buen pastor y acto seguido da una breve explicación, define lo qué le hace ser el Buen Pastor: el Buen Pastor da su vida por las ovejas (v.11). El rasgo más importante que destaca el propio Jesús sobre su papel como pastor es que da su vida por las ovejas. El Buen Pastor se preocupa tanto por las ovejas que está dispuesto a ponerse entre su rebaño y cualquier peligro. Está dispuesto a morir por ellas.

Cuando leemos esto, que el pastor está dispuesto a morir por sus ovejas, creo que podemos llegar a entender mejor la clase de peligros que corren las ovejas: un peligro de muerte. Y creo que eliminar el peligro, ignorarlo, sacarlo de la ecuación no solo nos hace más insensatos sino que de algún modo también restamos importancia a la labor del pastor y a su disposición de morir por sus ovejas.

La imagen que nos traslada el mismo Jesús es la de un rebaño de ovejas que se encuentra en un desierto amenazador. La comida y agua son escasas. Los depredadores están por todas partes y saben que las ovejas son vulnerables. Sin embargo, Jesús presenta, en la imagen del Buen Pastor, a las ovejas bien alimentadas. El Salmo 23 es una excelente información de lo que significa la tarea de un pastor en este ámbito.

El Señor es mi pastor, 
nada me faltará.
En lugares de verdes pastos me hace descansar;
junto a aguas de reposo me conduce.
Él restaura mi alma;
me guía por senderos de justicia
por amor de su nombre.
Aunque pase por el valle de sombra de muerte,
no temeré mal, alguno, porque tú estás conmigo;
tu vara y tu cayado me infunden aliento.
Tú preparas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos;
has ungido mi cabeza con aceite;
mi copa está rebosando.
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, 
 y en la casa del Señor moraré por largos días.

El buen pastor es capaz de encontrar comida (verdes pastos, v. 23:2), agua (aguas tranquilas, v. 23:2), caminos seguros (por sendas de justicia, 23:3), y lugares resguardados (en presencia de mis enemigos, v. 23:5).  

A pesar de lo peligroso del desierto, a pesar del desierto en el que podamos estar ahora, nuestro Buen Pastor es valiente y diestro; tiene la voluntad de cuidarnos, guiarnos y protegernos, y de hasta morir por sus ovejas.

Con todo, hay una responsabilidad en nosotros primero de reconocer los peligros que nos acechan, y después de reconocer también nuestra necesidad de dirección, la necesidad de dejarnos cuidar, de dejarnos guiar. Reconocer que en medio de nuestra vida diaria necesitamos escuchar la voz del pastor. Seguirle, caminar tras él.

No sé si alguna vez habéis estado en un desierto, o en un lugar parecido. Parece fácil oír una voz en medio del desierto, un lugar aparentemente vacío y sin ruido. Sin embargo, el estudio de la transmisión del sonido, la acústica, dice que el sonido es una vibración que se propaga mediante el aire y la materia, las cosas. Solemos decir que este lugar tiene buena o mala acústica, es decir que en ese lugar se propaga bien el sonido. Nuestro mundo hoy es un desierto ruidoso, con mala acústica, donde no solo hay muchas voces y mucha gente hablando, sino que es difícil pararse y escuchar verdaderamente una voz que tenga credibilidad y que sea de confianza.

¿Cómo escuchar una voz confiable?, ¿Cómo distinguirla?, o ¿Cómo oír algo en medio de tanta gente buscando voces?

De pequeño había un juego al que jugábamos que consistía en que se le asignaba a cada niño el sonido de un animal. La tarea era buscar a otras personas que estuvieran emitiendo el mismo sonido. En una sala de unos 30 metros cuadrados, con una altura del suelo hasta el techo de nos mas de 2.5 metros, había unos 20 niños emitiendo sonidos de animales. Costaba encontrar a los demás que estaban haciendo el mismo ruido que tú, voces que son familiares.

Las ovejas le siguen porque conocen su voz, Juan 10,4

Yo conozco mis ovejas, y las mías me conocen., Juan 10,14.

Este relato efectivamente nos habla del buen pastor, pero también dirige una exhortación para nosotros, las ovejas. Las ovejas han de reconocer la voz de quien puede guiarlas y sacarlas de donde están. Han de saber cómo hallar la seguridad.

¿A quién sigues?, ¿Qué voces reconoces?, ¿A dónde vas en busca de refugio?

Puede que la característica más sorprendente de la imagen que presenta Jesús sobre el pastor y las ovejas sea su descripción de la intimidad que existe entre las ovejas y su pastor. Las ovejas conocen la voz del pastor, pero se nos dice también que ese conocimiento es recíproco. Hay una relación.

La forma en la que nos relacionamos con Dios es vital para nuestras vidas. Si tu relación con Dios es mediante la imagen de un Dios justiciero, vivirás siempre con el peso de la ley sobre tus hombros. Si es mediante una imagen de un Dios lejano, nunca creerás que tus circunstancias le importan lo suficiente. Si tu relación con Dios es mediante la imagen de un Dios machista, pensarás que tu lugar en la iglesia y la sociedad no es tan importante como la del hermano. Si tu relación con Dios es mediante la imagen de un Dios que castiga y luego pregunta, jamás te sentirás aceptado en tu vida por aquel pecado que cometiste y que llevas como una losa.

A finales de la década de 1980, durante el alzamiento palestino, el ejército israelí decidió castigar una aldea cerca de Belén por no pagar los impuestos. El oficial al mando de las tropas reunió todos los animales de la aldea y los encerró en un lugar cerrado rodeado de alambre espinoso. Unos días más tarde, una mujer se le acercó para suplicarle que dejara libre a su rebaño, explicándole que su marido había muerto y aquellos animales eran su único sustento. El oficial miró el corral con cientos de animales y le dijo, en un tono sarcástico dibujando media sonrisa, que lo que le pedía era imposible, ya que los animales estaban todos mezclados y no podía saber cuáles eran los suyos. La mujer le preguntó al oficial si estaría dispuesto a permitir que se los llevara si ella conseguía separarlos del resto. Él dijo que sí. Un soldado abrió la puerta, y de aquella mujer comenzó a tocar con insistencia una melodía con una pequeña flauta, y pronto aquí y allá algunas ovejas fueron levantando la cabeza. El muchacho continúo tocando la melodía mientras comenzaba a andar hacia su casa, seguido de su rebaño de ovejas.

Tal vez sea un buen momento para preguntarnos si somos capaces de distinguir la voz del pastor o si estamos encerrados en el redil de espinos dando vueltas sin ser capaces de escuchar. Tal vez sea el momento de hacerlo. Porque hay algo que no podemos dejar pasar de largo, y que nos muestra Juan al final de este capítulo 10, algo que tener en cuenta:

Y se fue Jesús de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan; y se quedó allí, Juan 10,39-40.

En la secuencia Jesús se define como el Buen Pastor, ofrece su guía y cuidado. Se trata de una revelación pública de sí mismo a su pueblo. Es la declaración de que Jesús es el enviado de Dios, el Mesías esperado, el Buen Pastor. Pero siguiendo este secuencia, esta revelación será una revelación final de su completa identidad. Jesús ya no volvería a declarar su identidad en público, aunque si lo hará con sus discípulos. El relato termina con la vuelta de Jesús al lugar donde comenzó todo.

Y hay aquí un matiz que me hacer sentir un poco inquieto. Yo creo firmemente que Dios no retira su amor a ninguna persona, y que por tanto su puerta siempre está abierta. Pero aun así, la sugerencia de este pasaje es que, una vez que Jesús ha terminado su revelación directa dentro de los que se suponen que deberían de conocerle, Jesús está presto a quitarse de en medio y a salir de Judea, a donde no regresará hasta la fiesta de la Pascua, durante la cual será arrestado y crucificado.

Esto abre dos posibilidades:

  • Es posible que la aplicación de este tema apunte a las limitadas oportunidades que tenemos de escuchar el Evangelio, de escuchar la voz del buen pastor. En un sentido práctico, el mensajero de Dios que me transmite el mensaje puede no estar ahí mañana, por consiguiente hoy ha de ser el día para tomar una decisión respecto a Jesús.
  • Y cabe también la posibilidad de pensar que esta última declaración pública de Jesús sea todo lo que necesitamos para acercarnos finalmente a él y acogernos en su redil. A veces no necesitamos grandes soluciones para nuestros problemas, solamente alguien que nos ofrezca la seguridad de que esos problemas se van a solucionar. 

Si Jesús es el Buen Pastor, él es la solución. 

Nosotros tenemos un refrán que dice, todo tiene solución, menos la muerte. Pero así no lo interpretaron los primeros cristianos: ellos reafirmaron que la muerte de Jesús apuntaba hacia la obra de salvación, como única solución.

Este pasaje es exclusivo del evangelio de Juan. Los otros evangelistas no narran estas palabras de Jesús. Y no es casualidad. Sabéis que contamos con cuatro narraciones sobre la vida y ministerio de Jesús, lo que llamamos evangelios. No son completamente distintos, sino que se complementan y se armonizan. Sin embargo cada uno de ellos fue redactado por personas distintas que son los que le dan nombre. Pero además, cada uno de ellos tiene características distintas: principalmente fueron escritos con distinto propósito y distintos destinatarios.

El evangelio según Juan (como bien dice está escrito por Juan, a quien Jesús tenía entre sus amigos más cercanos y muy posiblemente también el escritor de las tres cartas que encontramos en el Nuevo Testamento y autor del Apocalípsis) es el más distinto de los cuatro y tiene un claro propósito evangelístico, de dar a conocer el mensaje del Evangelio: Que en Jesús hay salvación para todo aquel que cree.

Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda sino que tenga vida eterna., Juan 3:16.

Pero estas cosas se han escrito para que creáis que Jesús el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creáis tengáis vida en su nombre, Juan 20,31.

¿Porque es importante tener esto en cuenta?

Este pasaje de Juan 10 habla del pastor y las ovejas, de cómo son guiadas y protegidas por el pastor que está dispuesto a morir por ellas. Pero quedarnos aquí chocaría frontalmente con el propósito general del resto del evangelio de Juan, un propósito expansivo, así como con el mensaje de salvación que anuncia todo el Nuevo Testamento. Juan tiende a presentar un mensaje universalista: que hay otras ovejas fuera del redil, que en el plan de Dios las ovejas no son solo churras, o merinas. Que en Jesús no hay distinción. Que todo aquel que se acerca a Jesús puede hacer de él su buen pastor. Pero hay que acercarse.


LAS OTRAS OVEJAS

Esta es una imagen reconfortante. Que Dios no hace acepción de personas (Dt. 10,17; 2 Cr. 19,7; He. 10,34; Rm. 2,11; Ga. 2,6; Ef. 6,9).

Jesús hace aquí una ruptura con el resto del discurso. Jesús afirma que existen otras ovejas que no proceden de este redil. Este redil hace referencia al pueblo judío que hasta ahora venía siendo el único beneficiario de las bendiciones de Dios. Ellos eran el pueblo escogido a través del cual todo el mundo conocería a Dios. Pero Jesús dice que hay otras ovejas que también reconocerán su voz y le seguirán, de modo que habrá un rebaño y un pastor. Esta es la visión de Jesús para la unidad de la iglesia: creyentes judíos y no judíos viviendo juntos bajo la protección y guía de Cristo. Por primera vez Jesús está anticipando en detalle el ámbito más amplio de su ministerio para alcanzar al mundo.

La indicación en Juan 10:16 de que existen otras ovejas nos invita a reflexionar sobre la exclusividad del rebaño, sobre la exclusividad de nuestras iglesias. Jesús es claro, su deseo es ver un solo rebaño y un solo pastor.

¿Qué implicaciones tiene esto para nosotros hoy?

Cómo mínimo sugiere que existen ovejas inesperadas que han de ser consideraras parte del rebaño. Ovejas que no son conocidas en este redil y que quizás no sean tampoco reconocidas en él. Estas otras ovejas son ovejas de Jesús, no meras ovejas que aspiran a conseguir una identidad mejor o un mejor redil. La visión que nos lleva en esta dirección es la de la unidad que rompe las cadenas de las divisiones raciales, económicas y culturales y que ve, en primer lugar, la identidad en Cristo de las personas mientras que todos los demás indicadores desaparecen.

Como cristianos, como ovejas dentro del redil, tenemos que ser capaces de entender la sociedad en la que vivimos, la gente que nos rodea. Esforzarnos por encontrar el mejor modo de abrir nuestras puertas a esas otras ovejas que el Señor está llamando, que han escuchado su voz y que han sido guiadas a este redil.

Si nos miramos a nosotros mismos, a este pequeña comunidad de fe, en un pequeño vistazo podemos darnos cuenta de cuan diferentes somos unos de otros. Nuestro aspecto físico, nuestro color de piel, nuestras preocupaciones, nuestros orígenes, son tan diferentes que si nos miramos bien es posible que no encontremos nada que nos una. Solo hay una cosa que tenemos en común: que hemos sido llevados al redil por el mismo pastor. Que hemos reconocido los peligros que corremos fuera de él, y hemos aceptado ser guiados por él. Tenemos que recordad que la iglesia es un elemento de reconciliación, armonía y unidad entre todo tipo de personas, sea cual sea su origen social, raza o color.

Una antigua oración popular judía decía: Gracias Dios porque no soy mujer, ni esclavo ni gentil.

Sin embargo, Hechos 16 narra como las primeras personas que recibieron el mensaje cristiano en un viaje misionero y que confiaron en Jesús fueron una mujer llamada Lidia, una mujer esclava y un carcelero gentil. Este fue el inicio de la Iglesia.

Los primeros cristianos creían esta verdad transformadora. Que la iglesia era un lugar de transformaciín y unidad, donde se rompían todas las barreras sociales. En el siglo II, Justino Mártir dijo de sus compañeros cristianos: “Antes nos odiamos y nos destruimos los unos a los otros y negamos tener nada que ver con gente de otras razas o de otros países. Ahora, debido a Cristo, vivimos juntos con tales personas y oramos por nuestros enemigos”.

Un cristiano primitivo llamado Minucio Félix les dijo a los romanos: “Nos amamos unos a otros. . . con un amor mutuo, porque no sabemos odiar “. Tertuliano, un teólogo del siglo II, informó que los paganos decían de los cristianos: “Miren cómo se aman“.

Y esto es solo la manifestación de que el amor salvador de nuestro Padre está disponible para todos: 

No hay diferencia entre judíos y gentiles, pues el mismo Señor es Señor de todos y bendice abundantemente a cuantos lo invocan, Romanos 10:12.

De que su gracia es universal:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna, Juan 3:16.

Y que está en nuestra mano acercarnos y recibirla:

Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más lo necesitemosHebreos 4,16.


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