¿Son los métodos críticos una amenaza para la doctrina de la autoridad de la Biblia?

1. Introducción.

La Ilustración trajo consigo una nueva forma de acercarse al estudio de la Biblia, una investigación crítica que atendía a cuestiones como su historicidad, sus fuentes, sus orígenes mediante métodos que ponían de relieve la complejidad de la formación del texto bíblico. La Biblia comenzó a analizarse críticamente, científicamente, considerada como literatura[1] y por tanto no exenta de errores. Nació así la investigación histórico-crítica.

A pesar de que esta metodología ofrecía un sinfín de herramientas exegéticas apoyadas en campos como la historia, la arqueología, la filología, la crítica textual, los enfoques sociológicos, la crítica literaria, la crítica formal, de las fuentes, o la crítica redaccional entre otros, ciertos sectores del cristianismo más conservador la percibieron como una amenaza para los elementos históricos de las Escrituras que socavaba las doctrinas que contenía y en definitiva menospreciaba la autoridad de la Biblia como testimonio de la revelación. 

Los métodos críticos reciben un gran rechazo de parte del mundo evangélico predominantemente conservador, pero los argumentos que se emplean en su contra suelen ser muy pobres. Pero también con frecuencia sus defensores evangélicos hacen una apología 'reactiva' de ellos, esto es, reaccionando contra las acusaciones pero sin elaborar cuáles son sus aportaciones a conceptos tan importantes como el de la autoridad bíblica. Este trabajo intenta argumentar, evitando la apología, sobre los aportes de los métodos críticos, por otra parte tan denostados por el conservadurismo protestante, a la doctrina de la autoridad de la Biblia.


2. ¿Por qué una amenaza? 

El cristianismo sostiene convencido que todo lo contenido en la Biblia son declaraciones verídicas que provienen directamente del mismo Dios. Su mensaje central es la historia de la salvación que recorre los libros que forman el conjunto de la Biblia. Sus libros han sido sometidos a un proceso de canonización mediante el cual han pasado a ser libros oficialmente aceptados[2]. Esta aceptación no convierte al texto en Palabra de Dios sino más bien lo contrario, por cuanto es Palabra de Dios el texto es aceptado como canónico y por tanto considerado como proveniente del mismo Dios. Así, todo lo recogido en la Biblia es expresión propia de Dios, que contiene todo lo necesario para la salvación y usado como regla y mandamiento para los cristianos ya que se considera que esta tiene autoridad sobre asuntos de fe, doctrina, moral y espiritualidad. 

La Biblia es autoritativa por su origen divino que la autorizada. En sus propios términos, toda la Escritura es inspirada por Dios (2 Timoteo 3,16) y aunque este pasaje haga mención expresa al Antiguo Testamento y no tengamos la misma declaración sobre el Nuevo Testamento, la afirmación de la inspiración divina se extiende para el conjunto de la Biblia, no solo como algo sobreentendido sino porque el mismo Nuevo Testamento nos indica que su contenido debía ser visto con la misma autoridad que el Antiguo Testamento[3]. Por todo esto, la doctrina de la autoridad bíblica recae y se apoya principalmente sobre la aceptación de la inspiración divina de la Escritura en pleno, lo que implica la inerrancia de su contenido. 

Los métodos críticos han sometido la confiabilidad de la doctrina de la autoridad bíblica a un análisis científico e histórico, siguiendo las pistas de sus enseñanzas hasta llegar a unos orígenes humanos falibles. Esto sin duda ha provocado el rechazo de los métodos críticos tachados de liberales por parte del conservadurismo cristiano que han visto en ellos un enemigo para la autoridad bíblica. Un rechazo basado en la idea de que el análisis de los métodos críticos sobre aspectos del texto presuntamente periféricos como la autoría, fecha de composición, localización geográfica, etc. socavan la fiabilidad histórica de relatos bíblicos fundamentales firmemente insertados en el mensaje bíblico, que como resultado conducen a la desconfianza y que por lo tanto siembran duda y confusión en la fe del cristianismo, y que llegan a deslegitimar a los autores bíblicos especialmente en temas que chocan frontalmente con interpretaciones contemporáneas. 

Esta desconfianza hacia la metodología científica asume que lo que está en juego es la credibilidad de la Biblia, que representa concretamente con tanta fidelidad a Dios que dudar de la veracidad de alguna afirmación bíblica es dudar de Dios mismo[4]; y que el proceso crítico al que es sometida conduciría a un punto donde la fe es ahogada por la duda, donde la base bíblica que sostiene la espiritualidad es atacada, y donde la vitalidad de la iglesia se ve afectada negativamente como consecuencia de un supuesto rechazo de la autoridad bíblica. 


3. Mensaje divino y humano.

Buena parte del cristianismo que sostiene que la Biblia es autoridad única e incuestionable sostiene también que el mensaje bíblico es claro y comprensible y que por lo tanto está al alcance de una mente y corazón abiertos. Y en verdad es cierto que el cristianismo protestante tiene su razón de ser en el convencimiento de que la Biblia es única norma y fuente de autoridad para la fe y vida de la iglesia, y que por tanto su mensaje tiene que estar al alcance de todos los creyentes. Así las cosas, decir que la Biblia es clara y comprensible tiene verdadera importancia.

El problema está en la interpretación fundamentalista que se realiza desde muchos ámbitos del cristianismo protestante que, rechazando el estudio crítico de la Biblia, da a la Escritura una interpretación simplista y superficial sujeta al sentido aparente de los textos. Para comprender el mensaje revelado en la Biblia es oportuno considerar los métodos que nos acercan a la interpretación del texto a través del tiempo y/o del contexto del texto bíblico, así como de las herramientas del propio intérprete. Y aunque no podemos negar que lo que aporta cada una de las ciencias auxiliares (historia, literatura, sociología, antropología, etc.) puede conducirnos a un reduccionismo propio de sus métodos, todas en su conjunto aportan elementos para una exégesis auténtica. La investigación cristiana insiste en que una crítica reverente entra dentro de su derecho a comprobar los aspectos humanos de la Biblia como medios para entender mejor la palabra escrita, puesto que recibió su forma de hombres que vivían en ciertos ambientes históricos y bajo las limitaciones de su época y lugar[5].

La aportación de los métodos críticos a este respecto es evidente: la autoría humana de la Biblia no se pone en duda por cuanto esta es un conjunto de libros escritos por autores humanos inspirados por Dios. Sí, Dios es el autor principal de la Biblia, pero los escritores así como los hagiógrafos, aunque recibieron todo y sólo lo que Dios quiso que escribieran, son también verdaderos autores. El análisis crítico pone de manifiesto que el mensaje bíblico no ha sido escrito en el cielo, como tampoco la inspiración bíblica es una especie de trance espiritual que anula la capacidad y las cualidades de los autores. Dios es la causa principal de la Biblia y los escritores son un instrumento que participa y obra de manera consciente y libre, no pasiva, sino conforme a sus características propias, sus circunstancias, su propio estilo de pensamiento y escritura, valiéndose de unos géneros literarios escogidos dentro del marco cultural de su época. La Biblia no es solamente divina ya que en cierto modo, sin negar su inspiración, cada libro de la Biblia es la creación literaria de su autor, pero teológicamente, desde el punto de vista del contenido, la Biblia es totalmente creación de Dios.

Podríamos concluir entonces que la Biblia es al mismo tiempo divina y humana: Es la Palabra de Dios dada en palabras humanas. Al ser Palabra de Dios tiene relevancia eterna, habla a todos en todas las épocas y culturas. Pero igual de cierto es que la Biblia, cada uno de sus libros, tiene particularidad histórica, está condicionada por un lenguaje, un tiempo, una cultura, o una sociedad en la que fue escrita originalmente (sin olvidarnos de la historia oral y el desarrollo literario posterior).

Aun así, ciertos ambientes fundamentalistas evangélicos nos dicen que se ha de creer que el texto bíblico ha sido dictado, palabra por palabra, por Dios a los autores bíblicos, y que por lo tanto el resultado final es un escrito exactamente idéntico al mensaje “original”. La doctrina de la inspiración plena e inerrante que sustenta la doctrina de la autoridad bíblica. Y en verdad sí que podemos decir que todo el contenido del texto bíblico es revelación de Dios, hasta en los detalles más concretos, y que por lo tanto el resultado es un libro idéntico a pensamiento de Dios. Pero así, la autoridad de la Biblia no tiene relación directa con lo que podemos leer sino que se debe a su origen divino. No es posible admitir la intervención humana en su formación, que sus autores hayan condicionado el contenido y que, sin que se desprestigie la revelación divina, la Biblia tenga las limitaciones propias de su antigüedad. La intervención humana queda reducida para que la Escritura siga siendo inerrante. 

 

4. Métodos críticos: aportes a la Autoridad Bíblica.

El supuesto básico es que Dios habló en el pasado y su palabra ha sido registrada en la Biblia. Que la revelación de Dios que constituía una realidad en Israel, y que en Jesús rebasó sus limitaciones nacionales para convertirse en la fe y la vida de toda la humanidad, es accesible en cada época a través de la Escritura.

La Biblia es una colección de textos antiguos, y la exégesis crítica es una herramienta indispensable para sus significados. El interés por el contexto aporta un mayor conocimiento de la propia historia y de la formación del texto. Conocer de la cultura, el lenguaje desde donde parten los autores bíblicos hace posible un acercamiento del exégeta al sentido propio del texto, para que la historia de la fe no quede desligada de su vigencia actual. 

En sí misma, la Biblia no ha dado origen a una teología. La interpretación crítica de la Biblia contribuye a la teología pues su contenido principal es interpretado como la revelación decisiva de Dios a través de una fe y una tradición religiosa ya existente, enraizada en una Escritura. Los distintos métodos críticos nos acercan a esa tradición y su desarrollo, en su tiempo y contexto, y nos permiten entender no solo la Escritura misma sino la fe arraigada en ella, con un profundo compromiso con los textos bíblicos del mismo modo que nos permiten desligarnos de presupuestos teológicos o factores culturales para hallar un fundamento firme sobre el que descubrir los sentidos ocultos, históricos y meta-históricos que subyacen en lo profundo de los textos.

El estudio crítico de los textos nos ayuda a distinguir el mensaje kerygmatico de los aspectos humanos en los que viene envuelto. Y para comprender el texto bíblico hay que saber qué quiere decir cada palabra, lo que pone el texto bíblico, lo que quiso decir el autor, lo que dice la Biblia en su conjunto, y en definitiva lo que nos quiere decir Dios por medio de ella. Porque las Escrituras son sagradas no en sí mismas sino en el grado en que nos remitimos a ellas en la búsqueda de sentido. Creer en la inspiración de las Escrituras aunque sólo como expresión de la confianza de que Dios nos habla en ellas cuando nos acercamos buscándole, porque la creación inspirada de la Biblia se completa con la presencia del Espíritu en el momento de la lectura[6].

Así por ejemplo, la crítica Textual pone de manifiesto que no podemos buscar en las Escrituras lo que podríamos llamar las ipsissima verba Dei (las palabras literales de Dios), puesto que las variantes de los distintos testigos son numerosas, y algunas significativas. Por tanto, la Crítica Textual pone de manifiesto que el dictado inspirado no sirve de nada. Otro ejemplo sería la Crítica Literaria que pone de manifiesto los distintos estratos de formación de las Escrituras, lo que ilustra que Dios ha hablado en modos distintos, en tiempos distintos, como dice Hebreos, pero que en esa historia formativa que culmina en un canon que las une (no que las armoniza) tenemos la Palabra de Dios. Es más, es por ello que creemos que Dios habla en medio de lo más humano, y que creemos que el Espíritu Santo sigue hablando a cada generación, ahora por medio de la iluminación de las Escrituras, entre otras de sus acciones (P. Zamora, Facultad Seut 2022).

Todo esto nos advierte de la complejidad de la formación del texto bíblico y nos debe llevar a pensar que solo a través de la inspiración divina ha sido posible la confección de la Biblia. Y cabría preguntarse aquí si el canon es el límite de la acción neumática, y que es entonces su presencia dentro de este canon lo que define a cierto texto (origen) como inspirado, o si bien así como la inspiración subjetiva da testimonio de la vigencia de la acción neumática se le dota de un carácter continuo en contra del mismo valor central que el carácter del canon supone.

En definitiva, el uso de los métodos críticos no enturbia la actuación del Espíritu Santo que hace de la Biblia verdadera Palabra de Dios. Porque los métodos críticos nos han ayudado a ubicar cada texto en su género literario concreto, que se nutría de sus propias fuentes, pero que en su esencia sigue siendo Palabra de Dios con todo el valor teológico que contiene. Porque la Biblia no puede convertirse en un dios[7], en aquello en lo que creer, sino en el medio a través del cual conocer a Dios, y todos los métodos y enfoques ilustran el hecho de que la exégesis bíblica está abierta al dinamismo de la vida porque la misma Palabra es viva y nos permite dialogar con ella y examinarla. 

 

5.   Conclusiones.

La interpretación bíblica es una exigencia de la tensión que existe entre la relevancia eterna y la particularidad histórica de la Biblia. Requiere tanto el uso de herramientas exegéticas así como de la iluminación del Espíritu Santo: es simultáneamente una tarea científica y neumática. Podemos acercarnos a las Escrituras como a cualquier otro libro, es decir, atendiendo a los aspectos literarios e históricos de la Biblia, y entender entonces que se está ante un texto antiguo con sus propios horizontes culturales. Por otro lado, un acercamiento exclusivo al texto bíblico desde la perspectiva de fe que solo se fije en su relevancia eterna como Palabra de Dios tenderá a considerar la Escritura como una colección de mandatos y proposiciones de fe. El trabajo del exegeta es descubrir cómo se relacionan ambas realidades, y cómo Dios habla al ser humano en el contexto de la historia así como en la historia de la producción del texto, y para ello los métodos críticos resultan más que útiles.

Se puede afirmar que todo texto ha de leerse a la luz del propósito para el que fue escrito. La Biblia fue escrita para que Dios pudiese hablar en y a través de ella. No está destinada simplemente a aportar información sino a comunicar la Palabra de Dios. Reconocemos la autoridad de la Biblia por cuanto encontramos en ella la voz de Dios que guía y confronta a la Iglesia[8]. Por eso, tiene que producirse un acercamiento entre los límites del texto y los del intérprete. Un acercamiento que permita reconstruir la historia del contenido del texto, que se ocupe de la pregunta por la forma literaria y la procedencia social del texto, por la comprensión del autor y su obra. Que se preocupe también por el proceso de transmisión que ha rodeado el proceso de producción, y por los cambios efectuados en el recorrido así como por la forma y composición final, porque como obra literaria no se nos impide su estudio bajo la estricta mirada de la exégesis crítica[9].

La Biblia es Palabra de Dios, una Palabra sobre la realidad que Dios comunica en una historia y que dirige al ser humano por medio de autores y lenguaje humanos. El relato bíblico contiene explícita o implícitamente un llamado existencial dirigido al lector. Porque en definitiva el lector tiene que poder decir: ¿qué significa la Biblia para mí? Porque si lo teológico depende de lo histórico entonces la tarea del exégeta consistirá en comprender lo que significa el texto en su situación original, lograr que el texto hable por sí mismo para tomar contacto con los horizontes del texto a través del contexto histórico, literario, de la gramática, etc. Sin contextualización, la Palabra de Dios no alcanzará para tocar la vida en todas sus dimensiones. Por tanto es necesario actualizar el significado del texto para saber relacionarlo con su tiempo y con el tiempo actual del intérprete, involucrando para ello y en ello su mundo y la sociedad en la que vive. 

 

 

 

 

 




[1] H. de Wit, En la dispersión el texto es patria. Introducción a la hermenéutica clásica, moderna y posmoderna, Universidad Bíblica Latinoamericana, San José 2002, p. 93.

[2] J. McDowell, Nueva evidencia que demanda un veredicto, Mundo Hispano, Texas 2004, p. 23.

[3] 2 Pedro 3,15 cataloga a los escritos de Pablo con las otras Escrituras. 1 Timoteo 5,18 cita Lucas 10,7 y lo define como Escritura en consonancia con Deuteronomio 25,4. El inicio de Apocalipsis de Juan (1,1-3) reclama el origen divino del libro y emplea el términoprofecía en el mismo sentido del Antiguo Testamento.

[4] D. Byler, La autoridad de la Palabra en la iglesia, Biblioteca Menno, 2014, p. 62.

[5] G. Reid, «Crítica bíblica», Enciclopedia Católica Onlinehttps://ec.aciprensa.com/wiki/Cr%C3%ADtica_B%C3%ADblica [online: 31/08/2022]

[6] A.M. Artola, Biblia y Palabra de Dios, Verbo divino, Navarra 1992, p. 190.

[7] D. Byler, op.cit, 2014, p. 62.

[8] R. Bernal, «Autoridad bíblica y metodología crítica: dos caras de una misma moneda», Razón y Pensamiento Cristiano,https://www.revista-rypc.org/2015/09/autoridad-biblica-y-metodologia-critica.html [online: 01/09/2022]

[9] R. Bernal, Ibíd.

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