Sabiduría para vivir


Hace unas semanas el periodista Carlos Alsina, director del programa “Más de uno”  en la cadena Onda Cero, entrevistaba al presidente del gobierno, Pedro Sánchez. Casi al final de la entrevista le preguntaba: “¿Cómo quiere usted ser recordado?” Es una pregunta interesante que apunta de algún modo a algo profundo: que el ser humano de algún modo tiene el deseo de ser (bien) recordado por sus predecesores, por las próximas generaciones, y que nuestras acciones presentes, nuestras decisiones formaran parte de ese recuerdo.

La historia nos habla de grandes reyes, de los grandes conquistadores Julio César, Alejandro Magno, Napoleón, muchos de ellos actuaron para engrandecer sus nombres, sus leyendas, anhelando que la historia les recordara por sus proezas, sus conquistas, por haber sido buenos dirigentes, por haber tomado buenas decisiones. Muchos otros vivieron una vida admirable, o realizaron acciones importantes en la medicina, la física, el deporte, los derechos humanos, la igualdad racial y social, o realizando increíbles descubrimientos que cambiaron el transcurso de la historia y son recordados por ello: Arquímedes, Alexander Fleming, Charles Darwin, Isaac Newton, Martin Luther King, Hipatia, Isabel I, Marie Curie, Virginia Woolf, Amelia Earhart, Rosa Parks, Margaret Tatcher, Don Rafael Nadal Pareda.

Creo que hay un deseo inherente en el ser humano de ser bien recordado, y que a cada uno de nosotros nos gustaría que nuestros amigos, familiares, nuestros hijos, nos recordaran por haber sido hombres y mujeres de bien, y haber dejado una huella en la historia, por pequeña que sea, al menos en la historia de alguien.

Hay una canción que me gusta mucho que una de sus estrofas dice “recuérdame por lo que supe dar y no por lo que digan los demás”. Qué es lo que he hecho con mi tiempo, qué decisiones he tomado, como he vivido, cómo he tratado a las personas que han estado a mi alrededor, en definitiva, he vivido sabiamente.

En la Biblia encontramos la historia del rey Salomón, hijo de David, cuyo reinado disfruto de un largo periodo de paz y buenas relaciones con las naciones vecinas. Pero principalmente recordamos a Salomón por dos motivos: porque levantó el templo que proyectó su padre David. Y porque  dice la Biblia que pidió a Dios por sabiduría para dirigir bien a su pueblo (1 Reyes 3,3-15; 2 Crónicas, 1,1-13). Tal vez esta sea una de las grandes características que todos recordamos sobre este rey de Israel, que pidió sabiduría. Una sabiduría que solo podía venir de parte de Dios.

Tal vez a ti también te gustaría ser recordado por ser una persona sabia. Y no solo ser recordado, sino que hoy en el presente, cuando alguien piense en ti pudiera decir que has sido sabio en la manera en la que has dirigido tu vida, sabio con tus decisiones, en cada momento y circunstancia. Como cristiano creo que podemos desear en nuestro corazón ser reconocidos como personas temerosas de Dios, personas sabias, que someten su vida a la voluntad divina.

Con todo lo que tiene que ver con nuestro día a día, con nuestro andar diario, con la forma de dirigir nuestro camino, la Biblia nos da algunas pistas de cómo hacerlo. Y es que en la Biblia encontramos una variedad de estilos literarios, y podemos encontrar libros normativos, libros históricos, cartas entre amigos, libros proféticos, y también libros sobre sabiduría. Así es, en el libro de Proverbios, encontramos un compendio de dichos de sabiduría, una colección de refranes y poemas, inspirados por el Espíritu Santo, que nos muestran el tipo de sabiduría que pedía el rey Salomón para dirigir a su pueblo. Sí lo que estamos buscando es sabiduría, en esta porción de la Biblia hay cuatro ejemplos de cómo actuar sabiamente.

 

“Cuatro cosas son de las más pequeñas de la tierra,

Y las mismas son más sabias que los sabios

Las hormigas, pueblo no fuerte,

Y en el verano preparan su comida.

Los conejos, pueblo nada esforzado,

Y ponen su casa en la piedra;

Las langostas, que no tienen rey;

Y salen todas por cuadrillas;

La araña que atrapas con la mano,

Y está en los palacios del rey”.

 

1.       HORMIGAS, PREPARAN SU COMIDA EN EL VERANO

Las hormigas hacen algo interesante y que nos dice la Biblia que es sabio, que es anticiparse al futuro. Parece bastante sabio. Cualquiera de nosotros diría que es sabio anticipar las crisis de la vida y prepararse para las dificultades. Cuando cayó aquella nevada tremenda hace un par de años, o tras la erupción del volcán de La Palma, se pedía a nuestros gobernantes que hubieran sido y que, con la información de la que disponían y en la medida en la que pudieran, se anticipasen a lo que muchos expertos anunciaban iba a suceder. 

La verdad es que creo que nuestro carácter español, nuestro carácter latino, es un poco de dejarlo todo para el último momento, y es que normalmente no nos preparamos para los malos momentos, simplemente reaccionamos a las circunstancias que nos trae la vida. Es como el boxeador que se encuentra en el ring frente a su oponente: puede subirse ahí a ver qué pasa e intentar esquivar los golpes de su oponente, o puede que le haya estudiado previamente para conocer mejor sus movimientos, y aunque no sepa del todo a ciencia cierta por dónde le van a venir los golpes, se ha preparado para evitarlos. En una entrevista reciente, Pep Guardiola considerado uno de los mejores entrenadores de futbol de la historia, dice que el jugador aprende a jugar al futbol, a tomar las decisiones correctas, a moverse y actuar en el terreno de juego, en función del oponente. Qué va a hacer mi oponente y qué es lo que voy a hacer yo para contrarrestarlo.

Dice el texto de Proverbios que las hormigas preparan su comida en el verano, antes de que llegue el invierno. Es decir, se anticipan. ¿Cómo nos preparamos nosotros? ¿Cómo nos anticipamos?

Cuando uno es joven piensa que la juventud es el momento de divertirse, de vivir emociones fuertes, de ser irresponsable, rebelde, y que el cristianismo, la vida cristiana es para cuando ya sea uno mayor, sea más aburrido y tenga menos cosas que hacer. Por otro lado, cuando ya se es más adulto ya se tiene un cierto recorrido y se cae en el error de pensar que ya uno lo sabe todo, y llevamos tanto tiempo haciendo las mismas cosas y de la misma manera, que hemos convertido nuestra vida cristiana en una serie de actividades a las que ir, donde damos más valor a las formas que al fondo, y dejamos de mirar hacia adelante para mirar solo hacia atrás:

Es que antes esto se hacía así. Esto antes no pasaba. Cualquier tiempo pasado fue mejor”.

A veces creemos que la vida cristiana, que ser cristiano es ir los domingos a la iglesia, sentarnos mirándonos la nuca unos a otros, ponernos de pie, cantar, sentarnos, volver a levantarnos, que nadie haga nada raro para que no me sienta incómodo, escuchar un mensaje con suerte del predicador que me gusta, y si es corto mucho mejor y que coincida con mi teología particular. Pero estoy convencido que no, que en realidad es mucho más que esto, y menos mal. Seguramente no es la primera vez que escuches algo así, pero creo que es bueno volver a recordarlo. La vida cristiana no son actividades. Claro que nuestra fe se vivencia en la acción, como una fe viva, activa, que ejerce una influencia en todo lo que hacemos y cómo lo hacemos. Pero a menudo parecemos una organización haciendo todo el día cosas y cosas, y más cosas. Claro que debemos planear estas actividades, pero que nunca sean el centro, ni la meta de nuestra vida cristiana. El cristianismo es fe en acción, sí, pero no nos convirtamos en activistas, sí en cristianos activos. Hagamos política, pero la política del Reino de Dios. Nuestro culto, nuestra Escuela Dominical, nuestras comidas fraternales, nuestras excursiones y retiros, nuestra obra social, nuestros grupos de hogar, son en esencia reacciones de nuestra manera de entender la fe, en comunidad, y son un medio para cultivar esa fe en Jesucristo, que debe ser el centro.

¡La vida cristiana puede ser muy emocionante! Fíjate, Dios, el creador del universo, nos conoce personalmente, y además entregó a su único hijo para darnos vida abundante, y que además nos dio el Espíritu Santo para que lográramos en sus fuerzas lo que no podemos en las nuestras. La vida cristiana es ser amigo de Dios, ¿eso es aburrido?, ¡eso es increíble!

Cuando hablamos de que Jesús murió en la cruz y nos hizo salvos, toda nuestra teología más casposa y lamentablemente arraigada dice: "Salvos de la condenación y del fuego eterno". Pero esto es solo una parte de la verdad, porque pensamos solo en las consecuencias que trae la muerte de Cristo para el más allá, para cuando muramos. ¿No te has parado a pensar en las consecuencias que tiene la muerte y resurrección de Jesús para nuestra vida, pero en el más acá, en nuestro día a día?

Juan 10,10: Pero yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

Si miramos la vida de los discípulos, de los que seguían a Jesús, de los que se hacían llamar sus amigos, no parece que fueran tipos aburridos pensando en morirse. Parecen tipos peligrosos, llenos del Espíritu Santo, personas que arriesgaban la vida por amor a Cristo, claro que era porque estaban seguros de la esperanza que les esperaba, pero tal vez por eso mismo entregaron todo lo que tenían por amor de su nombre y se dejaron moldear en su tiempo. Dejaron sus redes y le siguieron. Dejaron aquello que humanamente mejor sabían hacer y siguieron a Jesús. No esperaron a estar más formados, a hacer un curso de cristianismo básico, de teología rápida, a planificar eventos y reuniones. Le siguieron, y esperaron que el Espíritu de Dios les transformara y les diera las herramientas para hacer lo que humanamente no sabían hacer.

a.      TRANSFORMACIÓN                                                                                                          

Romanos 12,2: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento.


Me gustaría parar un segundo en esta idea de la transformación. Una de las características de un seguidor de Jesús debe ser que siempre está en un proceso de transformación. Por medio del Espíritu. Vemos aquí dos verbos, dos acciones distintas: conformarse y transformarse. Las dos hablan de algo similar pero desde dos puntos de vista muy diferentes. 

·     CONFORMARSE: Cuando Pablo nos dice que no nos conformemos a este siglo, otras traducciones dicen a este mundo, quiere decir que no nos adaptemos a la forma de este mundo.

 ILUSTRACIÓN: Todos hemos estado en la playa y hemos hecho un camino, un surco en la arena y cuando entra el agua vemos como esta toma la forma del surco donde ha entrado. Esto es lo que hoy se llama modernidad liquida: y es que los patrones, la realidad sólida de nuestros abuelos o nuestros padres sobre temas como el trabajo, el matrimonio, se han desvanecido y han dado paso a una sociedad más provisional, ansiosa de novedades, que toma la forma del mundo en el que vive. Por otro lado están también estas figuras geométricas con las que juegan los niños: un cuadrado, un círculo, un triángulo, que vienen con una especie de tablero donde tienes que colocar cada figura en su sitio correspondiente del tablero. Por mucho que lo intentes, no puedes hacer encajar el círculo en la forma del cuadrado, ni el triángulo en la del círculo. Cada una tiene su forma concreta. No le corresponde, porque no es su lugar.

 

·     TRANSFORMARSE: Sin embargo, el apóstol dice que debemos transformarnos. Transformarse suena un poco raro. La transformación de la que nos habla aquí Pablo tiene que ver con una metamorfosis, cambiar de forma. Una oruga, que se transforma en crisálida y después en mariposa. Ha cambiado de forma, y ya nunca volverá a ser oruga. Ha sufrido una transformación y no ha dejado que su entorno, su tiempo, la moldee. 

El apóstol nos anima a una transformación fundamental del carácter y de la conducta, alejada de las normas del mundo y asemejada a la imagen de Cristo mismo.

        ¿Y ESTO COMO SE HACE?

Si la Palabra de Dios nos dice que no debemos conformarnos sino ser transformados, la Palabra de Dios también nos va a dar las herramientas para llevarlo a cabo.

                ¿Cuáles son estas herramientas?

·         HERRAMIENTA 1: El Espíritu Santo

Evidentemente el Espíritu Santo es más que una herramienta, es una persona, es Dios y está con nosotros. Pero cuando el Espíritu Santo está con nosotros actúa y provoca una transformación. Si nos hacemos llamar discípulos de Cristo y tenemos al E.S en nosotros pero no estamos siendo transformados, queridos, algo estamos haciendo mal. No podemos acomodarnos con haber sido hechos hijos de Dios, debemos aspirar a sufrir una transformación diaria para parecernos más a Jesús. Nos debe liberar pensar que con el Espíritu de Dios, y con el tiempo, podemos aprender la forma en que Jesús caminó, haciendo las cosas que él hizo mientras nos parecemos cada vez más a él.

Efesios 4,24: En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios.

·         HERRAMIENTA 2: Señales adecuadas.

Los aviones son dirigidos por un sistema de navegación que indica a los pilotos dónde se encuentran y hacia dónde han de dirigirse. Sin embargo, en los aeropuertos sigue habiendo señales, luces, que indican la pista de aterrizaje. Los pilotos comprueban la exactitud del sistema comparándolo con las luces de la pista. En el proceso de transformación seguimos necesitando la dirección externa de Dios y que la pongamos en práctica. Es necesario que conozcamos la Palabra de Dios, que memoricemos versículos, qué es lo que Dios nos dice en ella para poder cambiar aquellas cosas que a él no le agradan. Atender a sus mandamientos como centro de nuestra ética sin descuidar de ninguna manera el ejemplo de Jesús. Y hermanos, orad, orad sin cesar. La oración debe ser también una característica del discípulo.

Salmo 119,11: En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti.

·         HERRAMIENTA 3: La Comunidad

La transformación que debe realizarse en nosotros sucede en comunidad. Pero no en cualquier comunidad. Debemos estar en Cristo. Ser cristiano también significa ser parte del cuerpo de Cristo, que es la iglesia. Podemos hacernos miembros formales de una iglesia sin identificarnos con ella, no involucrarnos. Pero lo que la Biblia nos dice es que desde el momento en el que recibimos a Jesús como nuestro Señor nos convertimos inevitablemente en miembro de su familia. La iglesia, los demás creyentes, también nos ayudan en nuestro proceso de transformación.

Proverbios 27, 17: El hierro se aguza con hierro; la persona, en contacto con su prójimo.

No se trata de ser más sabios para alimentar nuestro ego, sino para saber escoger mejor, para acercarnos de manera más personal a Cristo, para transformarnos. ¿Estás siendo transformado? ¿Te estás dejando transformar?

En conclusión, para cerrar esta primera parte te diré: La vida cristiana es para ahora. Anticípate. Siempre se ha dicho que cuando uno es más joven le cuesta menos aprender cosas y que también cuesta menos cambiar, transformarse. Cuando uno se hace adulto decimos que nos hacemos maduros, pero también nos hacemos más duros. Pero, ¿acaso no creemos en un Dios capaz de transformarnos? Hoy, en medio de tus luchas personales, de tus batallas, estás decidiendo qué tipo de persona vas a ser mañana. Si vas a albergar rencor en tu corazón, si va a haber quejas en tu vida, crítica, amargura, si vas a ser un viejo cascarrabias, con qué pecados vas a luchar. Prepárate, como hacen las hormigas, anticípate y entrega tu vida por completo y cambia las cosas que haya que cambiar, transfórmate; y sobre todo deja que el Señor haga su trabajo. Pídele que te muestre aquellas cosas que debes entregar y poder anticiparte.

 

2.       CONEJOS. PONEN SU CASA EN LA PIEDRA.

Los conejos son de esos animales que todos podríamos tener en casa. Resultan simpáticos y tiernos, ¡aunque huelen fatal! Pero hay algo que ellos saben de sí mismo, y es que son débiles. Y lo que puede parecer el mayor inconveniente, los conejos lo transforman en una gran virtud. ¿O acaso no se perfecciona el poder de Dios en nuestra debilidad? Los conejos son débiles y es por eso que buscan hacer su casa en la piedra.

Mateo 7,24: Por tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía su base sobre la roca. Pero el que me oye y no hace lo que yo digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y la casa se vino abajo. ¡Fue un gran desastre!

Edifica en la roca. Mira al futuro con seguridad, si quieres ser la clase de discípulo que Dios planeó en su corazón tienes que aprender a refugiarte en la roca, escucharle, meditar en su Palabra. Ahí tenemos la mejor guía del mundo, el mejor manual para la vida. No es un libro de auto-ayuda ni una terapia a la que acudir cuando ya no hay más soluciones humanas, como si de una lámpara mágica se tratara. La Biblia es el plan de Dios para nuestra vida, todo lo que él ha querido dejarnos. ¿Por qué no íbamos entonces a atenderle? ¿No quieres conocer el plan de Dios? 

Uno de los principales peligros que corre la iglesia desde comienzos del siglo XXI es perder de vista la Biblia. No estamos aprendiendo a refugiarnos en Dios, estamos desatendiendo su Palabra; y no encontraremos mejor hogar, mejor refugio, que bajo la protección de nuestro Señor. Hemos asimilado buena parte de la tradición evangélica proveniente de los EEUU y hemos convertido las iglesias en empresas, organizaciones bien engrasadas, nos importa mucho cómo se hacen las cosas y hemos dejado a un lado el estudio diario de la Palabra. Y no solo eso sino que además hemos sentimentalizado todo lo que tiene que ver con Dios, con su espíritu; a penas se habla de espiritualidad y cuando se habla se hace de manera vaga y difusa que poco tiene que ver con la espiritualidad. En nuestras iglesias sabemos las canciones de Hillsong, de Evan Craft, de tantos otros, y las cantamos, y levantamos nuestras manos y ponemos cara de culebrón venezolano, y todo esto está perfecto, pero sirve de muy poco si no conocemos la Palabra de Dios, si no conocemos al Dios de la Palabra. Estamos convirtiendo nuestra fe en mera religiosidad, en sentimientos, (me siento bien, siento esto de parte del Señor) porque no estamos atendiendo a lo verdaderamente importante y nos estamos quedando en la periferia de la fe. Una vida religiosa pero sin fe verdadera, aquello que tanto hemos criticado de nuestros hermanos católicos.

Viviendo la verdad – 1 Timoteo 4,6-12

El apóstol Pablo escribe a Timoteo y le dice que les enseñe la Palabra de Dios.

1 Timoteo 4,6: Si esto enseñas a los hermanos serás un buen ministro de Jesucristo.

Otras versiones dicen: “si enseñas la verdad […] serás un buen servidor de Jesucristo”.

Jesús dijo de sí mismo ser la verdad (Juan 14,6); y si Jesús es la verdad, todo lo que él dice es también verdad.

Salmo 119,160: La suma de tu palabra es verdad.

Y esta verdad es una verdad que se vive y que nos ayuda a vivir.

Salmos 119,105: Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.

 

¿CÓMO PODEMOS ENTONCES VIVIR ESTA VERDAD?

·      Alimentándonos bien: Debemos estar bien alimentados. “nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido”, V.6. Debemos buscar y conocer diariamente a Jesús. Ocuparnos en la lectura de la biblia y por qué no también en enseñársela a otros, siempre que podamos. La ocupación de un verdadero siervo de Jesús es conocerle más y alimentarse de su palabra, pero también transmitírsela a otros. Alimentarnos bien. El texto original dice SIENDO NUTRIDO: una acción pasiva, pues es la propia palabra la que enriquece, pero tiene un carácter de continuidad. Nadie come mucho el domingo para no comer más durante la semana. Comemos cada día para nutrirnos.

·    Con entrenamiento: Y no un entrenamiento cualquiera. “Ejercítate para la piedad”, v.7. Aquellos que hemos recibido a Cristo como nuestro Señor y Salvador conocemos su poder y capacitación; hemos experimentado su provisión, protección, y fortaleza. Si queremos entrenar la piedad debemos comenzar por poner nuestra esperanza en el Dios viviente, en nuestro Salvador. Cuando nos ejercitamos para la piedad, cuando trabajamos duro en el ejercicio espiritual, eso a veces duele. Es como las agujetas después de una sesión intensa en el gimnasio. Duele porque se está trabajando sobre algo que está siendo transformado. Porque la piedad es el amor, el amor a todos, y eso cuesta trabajo, ¿verdad?

·     Siendo ejemplo: Me gusta esta versión cuando dice “trata de ser ejemplo para los demás cristianos. Que cuando oigan tu modo de hablar, y vean cómo vives, traten de ser puros como tú. Que todos imiten tu carácter amoroso y tu confianza en Dios”, v.12. Es curioso porque Pablo le dice que sea ejemplo a pesar de que otros le consideren demasiado joven. La palabra que usa Pablo para joven describe a cualquier persona en edad militar, que era hasta los cuarenta años. En aquella época se entendía que las personas de mayor edad eran dignas de respeto por lo que habían vivido. Hoy día casi es al revés, hay un creciente desprestigio cuando se cumple cierta edad. De nuevo, la perspectiva del Evangelio, de lo que el Señor pone en manos de sus siervos, no tiene nada que ver con la mirada del mundo. No importa tu edad, sé ejemplo para que otros lleguen a ser como tú.

Esto es el mejor consejo que puedo tomar hoy: es el momento de refugiar tu vida en la Palabra de Dios, es el momento de que tomes un compromiso serio, de buscar al Señor, de conocerle personalmente, de saber qué dice, de someter tu vida a su voluntad, de tomar en serio sus consejos, de atar todos tus planes a sus pies. Dios quiere bendecirte, ayudarte, y que las cosas te salgan bien. Pero saldrán bien cuando salgan conforme a la Palabra de Dios. Pero tenemos un concepto equivocado cuando decimos que las cosas saldrán bien. No significa que de repente todos tus problemas se van a marchar, que tu cuenta bancaria va a crecer como si fueras un corredor experto de bolsa. Lo siento. Irán bien porque en el camino irás acompañado del Señor Jesús. Recordamos las palabras del Señor a Josué, cuando las cosas estaban complicadas:

Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien.

Lee la Biblia, escudríñala, escúrrela, apriétala bien fuerte, busca conocer a Dios, sus planes, dale a tu vida un fundamento sólido donde construir seguro. Si no refugias tu vida en Dios, estás construyendo sobre la arena. Construye sobre la roca.

 

3.       LANGOSTAS. NO TIENE REY Y SALEN TODAS POR CUADRILLAS.

Hay aquí una idea muy interesante. Dice que las langostas no tienen rey. Entonces no reciben órdenes, no hay nadie que les mande, porque cada una aprende a hacer lo que le toca sin que nadie les diga nada. Han aprendido a hacer lo que tienen que hacer aunque no haya otra persona que les diga qué y cómo tienen que hacerlo. Han aprendido a hacer lo correcto de manera independiente.

ILUSTRACIÓN: Esta idea está muy implantada en mi lugar de trabajo. Yo tengo muchos jefes: jefe de planta, jefe de calidad, jefe de línea, jefe de personal. Sin embargo hay algo que todos ellos repiten con frecuencia y es que cada trabajador sabe lo que tiene que hacer, y su responsabilidad es esa, hacer lo que sabe.

En el terreno espiritual: Necesitamos aprender a ser como las langostas. Aprender a independizar nuestra vida espiritual, llegar a la mayoría de edad. Aprender a hacer lo correcto no porque otros nos están mirando, no porque lo dice el pastor, el líder de mi ministerio, o porque si no lo hago voy a quedar en mal lugar. Llegó el momento de que independices tu vida espiritual. Llegó el momento de que el pastor, los líderes, sean personas que te ayudan para que tú hagas lo que es correcto, no porque ellos lo dicen si no porque tú lo crees, lo entiendes. Es el momento de saber ocupar tu lugar, el que Dios te ha dado, sin que nadie te lo diga. Es el momento de que vivamos como auténticos cristianos, como verdaderos discípulos, cada día, cada momento. No hay nada que me dé más tristeza ver como un cristiano que debería comportarse como un cristiano maduro vive como un auténtico impertinente.

Porque sabéis, la historia del cristianismo sobre todo en el primer y segundo siglo, está llena de cristianos que vivieron su fe hasta las últimas consecuencias. Y cuando fueron llevados ante los leones, o ante el fuego de una hoguera, no dudaron. Siempre, al recordar a los mártires del cristianismo, resuena en mi cabeza aquel cántico: He decidido seguir a Cristo, no vuelvo atrás. Ellos fueron testigos verdaderos de que su fe era verdadera. El significado de la palabra testigo tiene su origen griego en la palabra martys. Os suena familiar: mártir. Un testigo, alguien que da fe de que algo es verdad, es un mártir. Un mártir de la fe es alguien que con su propia vida atestigua que aquello en lo que cree es verdad, y vive en esa verdad. Es hora de que vivas en esa verdad, cada día, no solo cuando estés frente a los leones. Y ¿cómo podían ellos hacer tal cosa, como podía vivir y morir de esta manera, por la fe?

¿Quieres saber cuál es el secreto del verdadero éxito de la vida cristiana?

El secreto está en lo secreto. El verdadero éxito de la vida cristiana, depende de lo secreto. Lo que hagas en la intimidad cuando nadie te está mirando, cuando no hay nadie que te lo impone; lo que hagas, lo que decidas hacer, tarde o temprano va a salir a la luz, va a salir a relucir en tu carácter, en cómo te comportas, en cómo te relaciones con otros, con tus amistades, familiares, con tu jefe. Dicen que si verdaderamente quieres saber cómo es un hombre, tienes que llevarle a un partido de fútbol. Yo he visto a las personas más tranquilas y apacibles como auténticos salvajes en un partido de fútbol. Está comprobado por los sociólogos y psicólogos: bajo una presión concreta, lo que sale a relucir de nuestro carácter, es verdaderamente quienes somos, sin mascaras ni maquillaje. Sucede algo similar con las personas mayores cuando sufren demencia. Porque de algún modo todos tenemos normas sociales sobre lo que está bien y lo que no, la educación. Pero cuando perdemos ese filtro, realmente queda lo que somos.

Te animo a que cultives una vida de oración, una vida secreta/íntima de oración. Riégala siempre que puedas para que produzca buen fruto, y no la descuides para que no se eche a perder. Una vida de oración. Y la oración se trata de mantener un diálogo con Dios. De hecho, sería un diálogo donde quien más tiene que decir no somos nosotros: nosotros somos quienes más tenemos que escuchar. No soporto esas personas que dialogan contigo pero todo gira en torno a ellas, que no te dejan hablar. Serían buenos monologuistas del Club de la Comedia. En la oración debemos aprender a escuchar.

¿Cómo se hace esto?

Bueno, si hablas con alguien a quien conoces, hablas con confianza, como lo haces normalmente, con naturalidad. Cuando hablas con alguien cercano no usas palabras raras, ni usas un vocabulario extravagante. A veces, cuando oramos, solemos usar lo que yo denomino el vocabulario “evangelicoide”: una lengua que solo los evangélicos sabemos usar. Por ejemplo:

Cuando oramos solemos recordarle al Señor lo que dice en su Palabra: “Señor, como dices en tu palabra en Jeremías capítulo 29, tú conoces….” ¿Acaso pensamos que Dios no sabe lo que ha dicho? Creo que a veces usamos un lenguaje de cara a la galería, para que los demás nos escuchen. Mmmm, ¡fariseos!

Otras ocasiones sonamos como muy solemnes, pero olvidamos que para Dios nosotros somos sus hijos. Imaginaos esta escena. Es de noche, estás en la cama, y se acerca tu hijo o tu hija que tiene tres años, se pone delante de ti, se arrodilla frente a la cama y levantando las manos dice: "Oh, Padre bendito, vengo a tu presencia humillado y necesitado para solicitarte del precioso manantial de tu agua fresca, pues mi garganta está seca como el desierto al que fui llevado. Oh, Padre maravilloso”. ¿No es más fácil un "mamá, tengo sed"?

Necesitamos cristianos auténticos, que le hablen al Señor en serio, como si de verdad le conocieran. Dios ya conoce lo que hay en tu corazón, ya conoce tus pecados y te ama igual. Ya conoce lo que necesitas, y te ama igual. Fijaos en el rey David. En el Nuevo Testamento, en el libro de Los Hechos, podemos leer sobre David que era un hombre conforme al corazón de Dios. ¿Visteis como habla David de sus enemigos? “Señor, destrúyelos, hazlos andar errantes, que su maldad se pegue a ellos, sácales los ojos, arráncales los dientes”. Pero oye, este David, este hombre conforme al corazón de Dios, asesinó a uno de sus mayores soldados para tener a su mujer Betsabé como su propia esposa. David estaba en la terraza en lugar de estar en la batalla y vio a una mujer que se estaba bañando. ¿Es David un hombre conforme al corazón de Dios?

El profeta Natán advirtió a David de su pecado, y David se arrepintió. Y de su corazón nace uno de los salmos más bellos y personales de toda la Biblia., el Salmo 51, en un dialogo real, sin máscaras, cara a cara con el Señor. Hay tal intimidad que no se puede expresar de otra manera.

Hay una clara necesidad de Dios. Nuestra vida cristiana no va a tener sentido si no hay necesidad de Dios. Si quieres conocer lo que Dios quiere hacer contigo tienes que invertir en su presencia, para aprender a hacer lo que es correcto.

 

4.       ARAÑA. ESTÁ EN LOS PALACIOS DEL REY.

Una vez me contaron una historia sobre una persona que sentía auténtico pánico por las arañas. Esta persona solía viajar mucho en avión por motivos de trabajo. Como volaba mucho, había acumulado muchos puntos de vuelo, y pudo pagar su último viaje para ir en primera clase. Allí estaba él, en su butaca perfecta, cómoda, con su bebida refrescante, su televisión, sus pistachos, con mucho espacio para estirar las piernas. Cuál fue su sorpresa al mirar hacia el suelo vio una araña. En ese momento pensó, ¿cómo es posible que haya una araña aquí? ¡A dos mil metros de altura, y en primera clase!

La araña se mete por donde quiere. No piensa “soy pequeña y asusto a la gente”. No le importa, no pone excusas. Son valientes, no tienen temor por su tamaño o por su aspecto físico.

Hoy día la sociedad en la que vivimos, los medios de comunicación y de consumo nos dicen cómo vivir en consonancia a cómo somos. Tanto tienes, tanto vales. Y aunque no queramos, ese tipo de mensajes han calado también en nosotros, en nuestras iglesias. Calificamos a las personas por su estrato social, por su cuenta bancaria, por cómo visten, por cómo hablan, porque son rubios o morenos. Y entonces les decimos qué pueden hacer y que no, conforme a las normas del mundo. ¿Acaso pensaron que David podría vender a Goliat?

Y haciendo esto no ponemos nuestro valor en el Señor, quien nos compró por muy alto precio, con su vida, y nos ha dado su espíritu que mora en nosotros. Nuestra identidad como hijos de Dios está en lo que él ha hecho por nosotros y en la forma en que respondemos a esto. El Espíritu de Dios nos ha adoptado como hijos de Dios, y en nuestro carné de identidad ahora pone: Ángel Corros Arenas, hijo de Dios.

Un crítico feroz del cristianismo escribió que “los cristianos evangélicos tienen suficiente filosofía religiosa para diferenciar lo que está bien de lo que está mal, pero muy poca para hacer la diferencia”. Estamos en este mundo para marcar la diferencia, para ser agentes del Reino de Dios, con los criterios del Reino de Dios. Entendamos cuál es nuestro lugar, y cubramos la necesidad de esta sociedad, de las personas que están sin esperanza. La necesidad del mensaje del amor de Dios para con todos a través de su hijo Jesucristo. Somos una extensión de la obra de Dios, y él nos ha dado capacidades y dones para que los usemos y seamos agentes de su obra. Dios no solo necesita manos dispuestas a hacer, necesita rodillas dispuestas a reconocer que no podemos nada sin él. Necesita rodillas dispuestas a esperar en él.

En este último tiempo he descubierto que la iglesia tiene un valor increíble dentro de la sociedad. Me he dado cuenta de que hay personas que nunca van a sentir el abrazo de Dios hasta que yo no les abrace; que hay personas que nunca van a experimentar el aplauso del cielo hasta que yo no les aplauda; hay personas que nunca van a encontrar misericordia en los ojos de Dios hasta que no encuentren misericordia en los míos. La iglesia es el cuerpo de Cristo, yo soy templo del Espíritu Santo. Es tiempo de que vivamos lo que predicamos, que hagamos política, la política del Reino de Dios.

Somos la iglesia de Cristo, y no somos una serie de actividades que se hacen el fin de semana. La iglesia es una comunidad de santos, preparada para la misión de transformar el mundo con el mensaje del evangelio: Que Dios es amor, y no hace acepción de personas. Por eso hace falta que aprendamos a ser como las arañas; que te animes a hacer lo que Dios te escogió para hacer, aunque sientas que eres pequeño y que la gente se asusta al verte. La araña se mete en los palacios del rey, vuela a dos mil metros de altura, y no le importa su tamaño ni su edad, sino que entiende que puede hacer aquello que Dios le ha preparado para hacer.

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