El regalo envuelto en pañales

Ensayo de proceso de aprendizaje sobre Lucas 2, 1-14. El regalo envuelto en pañales.

Motivación

Para la mayoría de los niños, la noche más larga del año es la Nochebuena. Una vez que se acuestan, el sueño viene despacio. La emoción y la expectativa por lo que les espera a la mañana siguiente son casi insoportables. Para mamá y papá, sin embargo, la Nochebuena es la noche más corta del año. Ya han convencido a los niños de que se vayan a dormir y si todo ha marchado bien, se habrán ido a la cama cerca de las tres de la mañana solo para que los despierten dos horas más tarde con un: “¿Ya es la hora?”.

No conozco a nadie a quien le guste esperar. Todos hemos estado en la fila del supermercado con solo un par de productos esperando a que llegue nuestro turno. “Si me hubiera puesto en la otra caja ya me hubiera tocado”; “pero, ¿cómo puede ir tan despacio?”, “¡para colmo la caja registradora se queda sin papel!”, y otros muchos pensamientos como estos habrán pasado por nuestra cabeza en algún momento.

La espera es incomoda. ¡Decídselo a una mujer embarazada! Después de nueve meses esperando parece que el bebé no se decide a salir. Nueve meses es un tiempo largo esperando a un bebé. También lo son cuatrocientos años. 

Ese fue el tiempo que el pueblo judío tuvo que esperar después de que el templo fuera reedificado. Con la salvedad de que ellos no esperaban a un bebé sino a un rey que gobernara sobre el trono de David y sobre su reino[1]. Cuando esperamos algo tenemos unas expectativas concretas; cuando no esperamos nada, todo es asombroso. La Navidad es un tiempo de comunión, de recordar el regalo que Dios nos hace a través de su Hijo Jesucristo, es un tiempo para estar en familia. Cada año tenemos la posibilidad de rememorar todo esto, pero aun así cada año la Navidad puede ser un tiempo asombroso si nos fijamos en el asombroso nacimiento del bebé de Belén. Navidad es también un tiempo de obsequios, de regalarse a los demás y de compartir el gran regalo que Dios nos hizo en Jesús. Es un tiempo de esperanza. Como pasó con el pueblo judío, vivimos en la espera de que el Salvador regrese y gobierne con autoridad y amor, fijándonos en lo que la figura del niño de Belén representa para no olvidar a quien esperamos.

Sin duda este fue el mayor regalo de todos los tiempos. El regalo que Dios nos hace al traer a su Hijo a este mundo, ponerlo en medio de una familia humilde, de una situación política complicada, en un mundo en el que la esperanza de liberación física es mayor que el sentimiento de necesidad espiritual; y veinte siglos después este regalo en Jesús sigue siendo el único regalo que necesitamos.
  
La definición del problema

Lo primero que podemos ver es que la narración se enmarca en una época concreta y nos dice que el emperador Augusto ordenó un censo, probablemente para un futuro sistema tributario de Roma sobre sus territorios conquistados. Esto da historicidad al relato de Lucas. El Evangelio según Mateo dice que Jesús nació en días del rey Herodes (Mt. 2,1). Por su parte, la traducción al castellano del Evangelio de Lucas dice expresamente que el nacimiento tuvo lugar siendo Cirenio gobernador de Siria, aunque hay comentaristas que han llegado a suponer que sea más acertado decir que el censo tuvo lugar antes de que Cirenio fuera gobernador de Siria[2]. Puede que situarlo en un momento concreto de la historia no parezca de gran valor, pero no es así. Si hay una historia, hay personajes, y si hay personajes, debe haber emociones, sentimientos, deseos y propósitos. Lo que transmite el texto de Lucas es el nacimiento humilde del Señor Jesús, las circunstancias humanas que rodearon este nacimiento, también las sobre humanas; y a la vez el acercamiento del Salvador esperado a todos los hombres, sin excepción. La salvación se presenta en la historia[3], y este relato de Lucas vincula a Jesús, el Salvador, con las personas, mujeres y hombres de toda clase social.

Cabría pensar que las decisiones que tomaron Augusto de ordenar un censo, o José de viajar con María hasta Belén dieron con el asombroso cumplimiento de la profecía sobre el nacimiento de Jesús. En un momento puntual de la historia nace el Hijo de Dios. José y María esperaban el nacimiento de su primer hijo. El Mesías prometido era esperado por su pueblo: un pueblo con la esperanza de ser rescatado de la opresión romana y exaltado sobre los demás pueblos como sucedió en el pasado. Y si podemos preguntar sobre a quién debían esperar entonces, hoy podemos preguntarnos a nosotros mismos: ¿Qué esperanzas ponemos en el Señor Jesús? ¿Cuál es el significado del regalo que Dios nos hace en su Hijo? ¿Quién es Jesús para mí? ¿Tiene aquel niño de Belén algo que ver conmigo? En realidad, ¿yo le importo?

Ensayo y error

No hay duda de que Jesús ha sido presentado de muchas maneras a lo largo de la historia. Seguramente, es el personaje histórico del que más se ha hablado. Ha sido representado en el arte por infinidad de pintores, algunos como Georges de la Tour (1593-1652) en su Adoración de los pastores, o en esculturas como La Piedad de Miguel Ángel (1485-1564). Se han compuesto obras musicales alrededor de su vida, tal vez la más aclamada sea El Mesías de G.F. Händel (1685-1759). Hay un sinfín de libros y escritos que estudian su figura. Su pensamiento ha influido siglos de filosofía, ética y moral, política, relaciones personales. Nosotros decimos que Dios nos ha regalado a su Hijo pero todavía me sorprenden las ideas tan distintas que hay acerca de en qué consiste ese regalo.

¿Qué significa esto de que Jesús es el regalo? ¿Qué tiene este regalo de peculiar, de especial? Oímos a menudo que Jesús es un maestro; Dios nos ha dado en Jesús un maestro. Yo recuerdo que cuando me casé, nos hicieron regalos. Tradicionalmente uno recibe regalos cuando se casa. Recuerdo los regalos que nos hicieron, todos estaban llenos de buena intención, pero ¿sabéis que pasaba? A algunos os pasaría algo parecido: que algunos regalos venían repetidos. Nos juntamos con varias vajillas, dos tostadoras. ¡Estaban repetidos! Cuando nosotros decimos que el regalo de Dios a la humanidad es Jesús, que es un maestro, yo pienso en ese tipo de regalos, es un regalo repetido; está repetido. No necesitamos más maestros. A lo largo de la historia ha habido muchos maestros: Confucio era un maestro, Buda fue un maestro. Incluso fuera de las religiones, algunos filósofos han sido grandes maestros. Si Jesús lo que nos aparta es esto, un maestro, pues francamente, está repetido. Enseñanzas hermosas hemos escuchado de unos y de otros y la historia de la humanidad está llena de personas que han aportado grandes enseñanzas. Es un regalo pero tampoco es nada especial.

Otros dicen que Jesús es un modelo. No solo enseñó cosas sino que su vida, la manera en que vivió incluso la manera en que murió, nos sirve como ejemplo y referente. Pero también ese es un regalo repetido. Hay gente admirable, ha habido hombres y mujeres absolutamente admirables, dignos de ser imitados, incluso a la hora de la muerte. Platón nos contaba la historia de cómo murió su maestro, una manera tan ilustre y tan ética de morir: condenado a muerte y pudiendo escapar, con el compromiso de muchos a ayudarle a escapar, sin embargo él se negó a huir y aceptó la condena a muerte por una cuestión de criterio ético. ¡Eso es admirable! Con cierta razón se puede decir: “Necesito a Jesucristo en la vida y en la hora de mi muerte“; al igual que se puede decir que Jesús en cierto sentido es un maestro y un modelo. Pero también hay otros modelos de vida y de muerte, y se puede decir que “ni para la vida ni para la muerte necesitamos de Jesús, ya hay otros modelos”. Jesús es todo esto pero no es esto lo importante, no es esto lo que le hace único.

La solución

A veces creemos que hacemos un favor de alguna manera a la figura de Jesús reconociendo sus aportaciones en la historia de la cultura, de la civilización o de la moral. Ocultamos el sentido de su nacimiento, de su vida, de su muerte y de su resurrección. No vino (solamente) para ser un maestro, no vino (solamente) para ser un ejemplo, vino para ser el Salvador. Jesús murió por ti. Este es el Evangelio. El Evangelio insiste que Jesús no era simplemente un buen hombre mal entendido, o un maestro sabio atacado por sus enemigos, o un profeta que se adelantó a su tiempo. No tiene nada que ver son eso: Jesús nació en Belén, y en Jerusalén murió por nuestros pecados. Dios nos ha regalado a su Hijo; Dios se nos ha regalado (Emmanuel Buch). Y si esperamos un verdadero regalo debe ser este: la salvación de nuestras vidas a través de Jesús. En el anuncio de los ángeles a los pastores se menciona el nombre de David, cuyo hogar había sido Belén. Lucas habla por tanto de la venida de Aquel sobre quien se afirmaban tres aspectos: Él era el Salvador, el Mesías, y el Señor; con lo que establece una relación con pecadores, con el pueblo judío y con Dios mismo. Dios se hecho cercano a la humanidad y se convierte en la ilusión esperada en Navidad por cada niño y niña. Se convierte en el regalo que todos los padres y madres quieren envolver para sus hijos y que algún día estos puedan abrirlo y recibirlo con amor en sus vidas. Es la esperanza de la madre que desea que aquella vida que lleva en su interior nazca y brille en un mundo olvidado de Dios, apartado de la Luz. Es la seguridad de que en Jesús no hay ninguna fila del supermercado que te coloque en ninguna posición, porque Dios te miró y prefirió escogerte a ti antes que a su Hijo Jesucristo. Jesús nació para que nosotros tengamos vida con él, y murió y resucitó para darnos una esperanza gloriosa.

El reforzamiento de la solución

Lo más asombroso es que a la hora de darse, a la hora de regalarse, escoge lo más vil, lo más insignificante, lo más cotidiano: los pastores. Si lo trasladamos a nuestros días, sería algo así como ir a una obra de construcción en las afueras de una gran ciudad y dar el mensaje a una cuadrilla de obreros que prepara el cemento en una jornada laboral de más de diez horas. Podría esperarse que un rey no mantuviera relación con cierto tipo de personas, y tal vez algunas personas del primer siglo trataban de excluir a cierta gente de la esfera del amor de Dios. Las buenas nuevas de Dios en Cristo es que nadie queda excluido. Al enviar primero a los pastores el mensaje del nacimiento de Jesús, Dios declaraba que las buenas nuevas son para todos, y podemos interpretar también que Dios se acerca primero a los sencillos. El ángel se dirige a los sencillos y pobres pastores y en sus palabras no hay mención alguna del Rey. El mensaje de salvación de nuevo se inserta en la historia humana por causa de los hombres y mujeres que han de recibirla. Los ángeles representan lo misterioso a la vez que son testimonio celestial. En contraste, para las culturas antiguas no existen personajes más corrientes que los pastores. Por eso, el encuentro entre los ángeles y los pastores señala como el cielo se implica con la gente corriente y hace ver el nacimiento de Jesús en un tono universal: “para todo el pueblo”.

La alabanza de las huestes celestiales proclama la paz en la tierra. Con Augusto César el mundo disfrutó de una notable época de paz, la denominada pax romana[4]; pero el mundo necesitaba una paz más perdurable de la que pudiera ofrecer un emperador, necesitaba la paz de Dios. Como ya dije al principio, Dios arregló las cosas de modo que la Roma imperial sirviese para dar cumplimiento a las profecías. Lo que parecía un simple hecho provincial de ámbito local, el censo de Judea en el que José debía ir a empadronarse a su ciudad natal, se convierte en un hecho que trasciende fronteras y derriba muros, tan defendidos y pregonados hoy. Otra vez, el nacimiento de Jesús y su regalo de salvación no es exclusivo de unos pocos. La venida de Jesús, su nacimiento lleno de aventuras y miedos, sentimientos humanos y planes divinos, fue un regalo que declaraba el deseo del Padre de que haya paz entre sí mismo y nosotros.

Su regalo fue una misión de redención y reconciliación; un regalo envuelto en pañales, de acuerdo a las costumbres judías de la época, para proteger al niño y proporcionar un sano desarrollo[5]. “Esto os servirá de señal”. Y me imagino a aquellos pastores escuchando a aquel ángel, aun atemorizados por el destello de aquella luz tan potente; en medio de la noche donde no hay ninguna luz que se pueda ver a cientos de kilómetros, un ángel de Dios llena todo de esplendor para anunciarles el nacimiento de un bebé, del Salvador. Los pastores se mirarían entre ellos intentando quedarse con algo del mensaje que el ángel les daba. Los imagino justo después pensando en qué otra manera iban a encontrarse a un bebé que no fuera envuelto en pañales. ¡Es obvio, es un bebé! ¡Los bebés llevan pañales! Un mensaje sencillo para gente sencilla. El embarazo de María fue algo milagroso pero, en adelante, la gestación y desarrollo de Jesús fue como el de cualquier otro ser humano[6]: su nacimiento, la dependencia de alimento y otras situaciones totalmente humanas. Podemos pensar por lo poco que nos cuenta el evangelio de Lucas que Jesús se desarrolló de forma común. De niño se mantuvo sujeto a José y María (Lc. 2,51). Siendo adulto, podemos imaginarlo trabajando con sus propias manos en el taller de su padre, llorando por su ciudad, orando puesto de rodillas frente a su cama, conociendo el sufrimiento de su pueblo. ¿Puedes imaginar al Rey del universo así?

Estas experiencias de Jesús  demuestran que él fue un ser humano real, como aquellos pastores, como tú y como yo. El Dios de la gloria se acomoda a nuestro nivel, aceptando nuestra condición y sujetándose a nuestras circunstancias humanas, satisfaciendo las necesidades y los anhelos de todos[7]. Me gusta definir el evangelio de Lucas como el evangelio de los proscriptos, de los rechazados. Es Lucas quien recoge la historia del buen samaritano (10,33), la del publicano (18,13), la del hijo prodigo (15,11-15), la de Zaqueo (19,2), y la del ladrón de la cruz (23,43). Fue una persona real, como la cajera del supermercado que no alcanza a final de mes. Como el padre que desea disfrutar de sus hijos pero el trabajo no se lo permite. Como la madre embarazada que no sabe cómo afrontar el nacimiento de su bebé ella sola. Jesús vivió una vida como la que puedes vivir tú. Jesús satisface todas las necesidades. Él es más que suficiente.

Conclusión

Jesús también fue rechazado. “No había lugar en el mesón”. Parece que lo mejor que podía tener Dios en su llegada a nuestro mundo era una especie de cueva o corral detrás del mesón completo. Pero esto no es lo que esperábamos. En una ocasión, una clase de escuela dominical preparaba una representación para el festival de Navidad. Se entregaron los papeles protagonistas a los niños más brillantes: la niña que haría de María, y el niño que representaría a José. El siguiente grupo de niños representaba a los tres sabios de oriente, los ángeles y los pastores. Había un papel que nadie quería interpretar: el del mesonero. ¿Quién quería ser el malo que echaba a José y María a la calle? El papel del mesonero le fue asignado a un niño algo más tímido que los demás, pero con un gran corazón. Se estudió el papel que debía representar, y el poco diálogo que tenía. Pero no podía imaginarse diciéndole a María y José que no había lugar en su mesón. ¿Qué iba a hacer?

La obra comenzó. Todo el mundo, los padres, familiares y amigos llenaban la sala. Con orgullo miraban la historia que se representaba y a esos niños y niñas interpretando la escena bíblica. Mientras, nuestro pequeño mesonero se ponía cada vez más nervioso sabiendo que llegaba el momento. Él no sabía qué hacer, pero de algún modo vislumbró el sentido de aquella historia. Cuando la pareja golpeó la puerta, el pequeño mesonero abrió y exclamó con una gran sonrisa: “Pasen, los he estado esperando”.

Para que la profecía se cumpliera, Jesús tenía que nacer en Belén en circunstancias humildes. El César creía estar a cargo del mundo, pero en realidad no lo estaba. Dios sabía lo que estaba haciendo al usar algo tan humanamente corriente como un censo con el fin de lograr que su plan de salvación se cumpliera. Para los hijos de Israel la espera ha finalizado. Jesús nace en un establo rodeado por animales de granja. Los cielos se regocijan y los ángeles anuncian su nacimiento. Los pastores y los sabios de oriente acuden al humilde pesebre para adorar al nuevo Rey. En la ciudad de David. Un Salvador. El Mesías. El Señor. Un bebé. El regalo envuelto en pañales. Exactamente como estaba planeado. Para salvarnos a ti y a mí.





[1] Isaías 9, 7.
[2] Los comentaristas han llegado a suponer que la mejor traducción de la palabra “primer” en Lucas 2:2 es “antes que” o “antes de”. Resumiendo, las palabras en ese versículo se pueden leer: “El censo tuvo lugar antes de que Cirenio fuera gobernador de Siria. F. Wayne Mac Leod, Mateo, Marcos y Lucas (volumen 1), CreateSpace Independent Publishing Platform, 2015, p.44.
[3] E. Heise, Manual de homilética narrativa, Barcelona 2005, p.43.
[4] G.W. Knight, Armonía de los Evangelios, Nashville 2013, p.19.
[5] D.L. Bock, Comentario bíblico con aplicación: Lucas, del texto bíblico a una aplicación contemporánea, Estados Unidos de América 2011, p.130.
[6] B. Sesboüe, El Dios de la Salvación, Salamanca 1995, p. 90.
[7] H.C. Mears, Lo que nos dice la Biblia, Estados Unidos de América, 1979, p.367.

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