Un corazón habitable.

Es uno de esos días en los que me gustaría hablarte. Más aún, querría conocerte. Es uno de esos días que no salen las palabras concretas ni correctas; las pienso con el corazón, y el mío tiene poco vocabulario. Piensa mejor en silencio, y se atormenta con el dialogo. Yo lo noto, y se me frunce el ceño y encojo los hombros con asiduidad. Casi todo me enfurece, hasta los inánimes semáforos. Pobres. Lastimero yo, que en la carencia de palabrería encuentro la cardiopatía de mis entrañas. Pero, ¿podrías entenderme? Ahora que caigo hablo más de la cuenta. Menudo cuento.

Te diré una cosa, algo que puedas comprender bien; con las palabras que yo sé, con el vocabulario que ha quedado tras el diagnostico: Te espero. Y cuando digo te, no sólo soy yo, somos dos. Te esperamos.

Sabe, que hemos construido jardines nuevos y escaleras que llevan al cielo, donde mirar las estrellas mientras esperas al nuevo día. Se teñirá todo de colores, tonos de arco iris, sol y nubes. Un aroma cálido, donde no sentirás frío pues el sol impregna de su luz todo lo que podrás ver y aun en el invierno sentirás su abrazo. Hace años que inventamos juegos, tantos donde solías ganar. Con tus andares de realeza imberbe de piel canela, tostada, soleada, aroma dulce con caña amarga, sonríes, jugando nuestros juegos descubiertos ahora por ti, donde tú vences pero nosotros ganamos. Habremos ganado tanto que ganar más se hace impensable. En alguna ocasión hemos estado perdidos, es peor que no ganar, es no saber encontrarse. Porque sabemos perder, pero no queremos perdernos. Y tenemos más que suficiente, sabemos cual es nuestra recompensa. Por eso ganar no lo es todo ya para nosotros. Hemos aprendido a ganar incluso habiendo perdido. Y por qué no, a perder aun habiendo ganado.

Y bajaremos por ti hasta el río santo de agua que trae el valle hasta la eternidad de los que lloran a sus muertos, ofrenda de flores vivas para las marchitas vidas. Se arrancaran las raíces amargas de la tierra, se plantaran de nuevo y se regaran. Pero el agua vendrá de otra fuente, fresca, pura, de eternidad con esperanza. No se llora frente a sus orillas ni se da sepultura en ella, sino que baña nuestras almas y las refresca. La esperanza no la da el río, ni la vida su profundidad. La esperanza fue clavada en una cruz y aun enterrada por tres días la oscuridad no la pudo sujetar. Y dio color a la vida, tanto como puedas imaginar. No hay fiesta que pueda compararse en colorido, esta encierra toda la paleta: Blanco, rojo, carmesí. Azules claros como el sol de Madrid y oscuros como el océano. Verdes oliva, y como cilantro en flor. Y amarillo limón; marrones y naranjas, como canela y cúrcuma. Y negros, como tus ojos, que esconden tonalidades que solo el corazón sabe apreciar. 

Hemos reconstruido nuestro corazón para hacerlo habitable. Tal vez no es todo nuevo como te digo, pero está por estrenar. Los jardines siguen creciendo y hay que cortar las malas hierbas de cuando en cuando. Hay árboles que dan fruta fresca, y se acumulan en cestas todavía llenas junto al arroyo que reverdece todo a su alrededor. Cuando limpiamos diligentemente nuestros ventanales la luz entra y es un lugar cálido, te lo aseguro. No siempre huele bien, es cierto; nuestras miserias suelen acumularse en un rincón y necesitamos la ayuda del otro para sacarlas. Pero el color sigue ahí, está todo pintado de sus colores y eso no se puede borrar. Y hay quien lo intentado, pero oye, que no, que este color permanece. Esperamos que algún día sea también tu color. 

Te espera, परिवार.


Comentarios

Entradas populares