Una Breve Introducción a la Teología de la Cruz de Lutero.

A Brief Introduction to Luther’s theologia crucis


By Dr Ken Sundet Jones

El lenguaje/léxico de la Teología de la Cruz viene a nosotros a través de la Disputa de Heidelberg* de 1518. Tras la explosión de las 95 Tesis por toda Europa, se le pidió a Lutero asistir a una reunión/encuentro de la orden de los Agustinos en la ciudad universitaria de Heidelberg y debatir sus ideas. En la Disputa, Lutero usó la Teología de la Cruz y la Teología de la Gloría como categorías para mostrar cómo diferentes posturas acerca del libre albedrío nos mueven en direcciones opuestas.

Lutero argumenta, "un 'teólogo de la Gloria' llama a lo malo bueno y a lo bueno malo. Un teólogo de la Cruz llama las cosas por su nombre". Un teólogo de la Gloria da por hecho el libre albedrío: Podemos elegir hacer lo que está dentro de nosotros con el fin de avanzar hacia lo que es bueno. Así, hacemos buenas obras, desarrollamos nuestro potencial, y nos involucramos en prácticas religiosas que ponen de manifiesto nuestra creciente justicia. Cuando un teólogo de la Gloria, confunde lo bueno y lo malo, entonces mira a sus acciones, su status y la gloria de este mundo como indicadores de su posición frente a Dios. Pero, con independencia de lo buenas que estas cosas puedan parecer, en realidad son un tropiezo para nuestra justicia y nuestra salvación. Estas cosas nos alejan del Cristo crucificado y resucitado como fuente de perdón, vida y salvación, y nos engañan haciéndonos creer que podemos conseguirlo por nuestra cuenta (o al menos que Dios nos recompensará por nuestras buenas intenciones). Como Lutero argumenta, una teología de la Gloria nos infla, nos ciega y nos endurece.

La Teología de la Cruz, por otro lado, considera el libre albedrío como algo ficticio y sabe que nosotros, pecadores, somos prisioneros de nosotros mismos y estamos obligados legalmente a presentar nuestra defensa en contra del todo poderoso y aún escondido Dios. Desde nuestros antepasados en el Jardín en adelante, nosotros los seres humanos no hemos sido capaces de atenernos a un Dios que se niega a dejarnos detrás del velo. Tal Dios demanda que asuntos tan capitales como la salvación, la vida eterna y nuestro futuro permanezca en manos divinas. Como pecadores, insistimos en nuestra autonomía y viramos hacia el camino de lo visible, de las cosas sin velo, descubiertas en la creación. Aplicamos las leyes de Newton en nuestra situación con respecto a Dios: Si cada acción tiene una reacción igual u opuesta, ¡Dios tiene, ciertamente, que ayudar a aquellos que se ayudan a sí mismos! El teólogo de la cruz ve en ese movimiento un camino inestable y sin frutos, en el mejor de los casos, y una sabiduría de este mundo que trae la ira de Dios, en el peor de los casos.

Así un teólogo de la cruz parte de un alma cautiva, comprendiendo que los seres humanos son incapaces de escapar de sí mismos. Para llegar a formar parte de estos teólogos, debemos perder totalmente las esperanzas en nuestras propias habilidades  para conseguir arreglar las cosas con Dios. Los teólogos de la cruz no miran a las cosas visibles que podemos hacer (como en la teología de la gloria), sino a la posibilidad completamente improbable de que Dios ha hecho la obra por medio de la carne de aquel que fue despreciado y rechazado, experimentado en quebranto (Isaías 53). El teólogo de la cruz mira a Jesús y considera la cruz de Cristo no como un ejemplo para plantearnos qué haría Él en momentos complicados (empleando el famoso "what would Jesus do"), por el contrario, mira la cruz como el resultado de lo que ocurre cuando los pecadores depositan sus manos en Dios.

Para tales teólogos la cruz resuena con un fuerte "¡No!" como respuesta a las obras buenas, basadas en el esfuerzo y tan propias de la teología de la Gloria, que son llevadas a cabo como camino a la salvación. La teología de la cruz reconoce que Jesús es una amenaza para el religioso y espiritual castillo de naipes de los pecadores, porque Cristo reclama todas las cosas para sí mismo siendo Él el camino, la verdad y la vida. Todas las cosas han sido puestas bajo sus pies (Efesios 1.22). Un teólogo de la cruz considera las cuestiones cruciales partiendo de Jesús mismo. Y si Cristo sostiene todas las cosas en Él, esto significa que nosotros, los pecadores, estamos con las manos vacías delante de Dios. Tal y como Lutero afirma, "El justo no es que el que hace muchas obras, sino el que sin obras, tiene mucha fe en Cristo". El teólogo de la cruz puede decir, como Pablo, "ya no vivo yo, más vive Cristo en mí" (Gálatas 2:20)

Esta es la razón por la que las palabras "sufrimiento" y "pérdida" fluyen con tanta frecuencia de boca de los teólogos de la cruz. Es en esos momentos de la vida donde nos tropezamos con los límites de nuestra fuerza y de nuestras posibilidades, donde hacemos frente a la dura realidad de que estamos única y verdaderamente en las manos de Dios. Es la muerte misma mostrándose como reflejo de la inutilidad de nuestros esfuerzos y preguntándonos "¿De quién depende tu próximo aliento, el latido de tu corazón, cada momento?" La teología de la cruz ve como la Ley nos apresa desde nuestro entendimiento con la idea de autocontrol y de permanecer en nosotros mismos, y como la misericordia de Dios dada por medio de aquel que fue crucificado y resucitó nos devuelve plenamente el regalo y el gozo de la vida. Como dijo Lutero, "La Ley dice: '¡Haz esto!', y nunca es hecho. La Gracia dice: '¡Cree en Este!' e inmediatamente todo se cumple". De este modo el teólogo de la cruz considera la proclamación del evangelio como el acercamiento de la obra de Jesús a los pecadores arruinados en las limitaciones de su vida. Tal proclamación nos impulsa lejos de la obsesión en nosotros mismos y nos cautiva con la imagen de un Dios que nos salva y nos hace libres por "la misericordia y la bondad de El Padre Celestial" (Lutero, Catecismo menor), por cuenta de la obra de Cristo y no por nuestra cuenta.


Mientras la Teología de la Gloria está extendida en un mundo plagado de publicidad ("Compra esto, vota aquello, vive en tal sitio y tu futuro quedará asegurado"), la teología de la cruz es una pequeña gema que se aleja de esas casas construidas en la arena.  Aquellos que llegan a ser teólogos de la cruz forman parte de lo que Lutero denominaría más tarde Heuflein Christi, pequeño grupo de cristianos (Sermón del Castillo de Pleissenberg). Las últimas palabras de Lutero, encontradas en un trocito de papel, en su lecho de muerte, lo resumían todo así: "Somos mendigos. Esta es la verdad". El teólogo de la cruz permanece con los bolsillos vacíos señalando a Cristo quien desea darnos todo lo que Él tiene para cada uno de nosotros, pecadores.

* All references to the Heidelberg Disputation from Martin Luther: Selections From His Writings, John Dillenberger, ed. (Chicago: Quadrangle Books, 1961), 500-503.

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