Mi nombre es Ángel.

Mi nombre es Ángel...

El nombre es nuestra primera seña de identidad, lo que nos identifica y con el que nos identifican los demás. Es nuestra carta de presentación más corta y a la vez más extensa. Y a pesar de que nos acompañará siempre, no lo elegimos nosotros, si no que nuestros padres nos lo impusieron, ya fuera por herencia (tu abuelo, tu padre se llaman igual), por la moda del momento, o por que naciste en el día de San Marcial, San Primitivo o Santa Clemencia.
Sí es cierto que desde la antigüedad la importancia del nombre es algo que marcaba el carácter y la vida de aquel que lo poseía. 


Así sucede en diversas culturas como la china, la india o la cultura hebrea. Ya en el primer libro de la Biblia, el Génesis, Dios crea y nombra a su creación para definirla: «Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.»
‭‭Génesis‬ ‭1:4-5‬ ‭RVR1960‬‬
Y coronó su obra dando vida al ser humano, al que le encargó la tarea de nombrar a todo animal de la tierra y del cielo. Pero el nombre no sólo tiene valor designativo también tiene carácter simbólico. Moisés fue rescatado de las aguas por la princesa egipcia que dijo: "porque de las aguas lo saqué". Sara se río cuando escuchó la promesa que Dios le hacia a su esposo Abraham, y llamó a su hijo Isaac: "Dios me ha hecho reír".
Ese simbolismo podría convertirse en una gran losa que llevar sobre los hombros, un peso demasiado grande. «Y Jabes fue más ilustre que sus hermanos, al cual su madre llamó Jabes, diciendo: Por cuanto lo di a luz en dolor.»
‭‭1 Crónicas‬ ‭4:9‬ ‭RVR1960‬‬

Recuerdo a unos padres que esperaban la llegada de su tercera hija y al ser preguntados cómo iban a llamarla, ellos dijeron que la niña se llamaría Alegra. Más de uno pensó que sería un buen nombre si aquella niña que pronto nacería tuviese un carácter jovial, pero que sería una tragedia si no era así. Acertaron, ya lo creo. Una sonrisa pintada en la cara de manera perpetua. Y esto me hace pensar en lo divino del ser humano, pues somos hechura suya, él nos conoce antes de que nazcamos y nos llama por nuestro nombre. Aquel Jabes tenía un nombre asociado al dolor de su madre, que lo trajo al mundo, y podía aquello ser un lastre para toda su vida. Pero no dejaría que eso fuera así, tenía que remediarlo. Aquello definía su nacimiento pero no podía definir su manera de vivir. «E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió.»
‭‭1 Crónicas‬ ‭4:10‬ ‭RVR1960‬‬
Hay etiquetas que el mundo nos coloca que cuesta mucho despegar y que conviven con nosotros por mucho tiempo. Algunas nos las han colocado y otras nos las ponemos nosotros mismos. Perdedor, fracasado, incompetente, gordo, feo, y otras muchas cada vez menos originales. Yo he tenido que despegar muchas de estas, otras costará más tiempo deshacerme de ellas. Pero miro por encima, más arriba, un poco más, allí arriba, y Dios ha ensanchado mi territorio y me ha librado del mal, de los prejuicio para que no me dañe y
me ha bendecido. Su mano está conmigo. No seré yo quien ponga límites si el creador no los tiene para mí. ¿No fue Jacob el suplantador quien luchó con Dios y venció? Su nombre después fue Israel. O Simón, quien Jesús llamó Cefas (que quiere decir piedra, no por su dura cabeza).
Nuestro nombre nos define, nos identifica, llega a ser un símbolo de quienes somos y de cómo vivimos. Aunque no sólo nuestro apelativo afecta en nosotros.

Decía el filósofo que "yo soy yo y mis circunstancias". Él y las suyas, tú y las tuyas. Y me parece que tenía algo de razón. Pensaba el otro día en las cosas que he vivido en estos últimos años y la manera en que esas vivencias, la forma en que las he afrontado, las decisiones que he tomado, acertadas o no, al final las circunstancias han influido en mi forma de ver la realidad, de ser quien soy. Si mi nombre puede definir mi historia, las cosas que vivo forjan mi presente. Por eso no creo en las casualidades, que las cosas sucedan por que sí, sin ningún objetivo concreto. Decía el apóstol Pablo "sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien". Otras versiones lo interpretan de otra manera diciendo que "Dios dispone" o "todas las cosas cooperan para bien", y desde ese principio, que Dios dispone, es desde el cual deseo ver la realidad de la que él me ha hecho participe, con el propósito de que todas las cosas buenas y malas ayuden, cooperen para mi bien.
Lo que más me asombra de esto es ver la manera en que uno puede cambiar su planteamiento de las cosas y las motivaciones que le llevan a ello. Hace un tiempo escuché a alguien decir que "mi mujer, y mi iglesia, han sido las mejores limas que Dios ha usado para eliminar mis impurezas", pues qué intención más loable que la de intentar cambiar aquellas cosas que no agradan a tu mujer, o a tu marido, e intentar ser cada vez mejor, ser una versión mejorada de uno mismo, cada vez más próxima a la semejanza de Jesús en la cual fuimos creados. Mis circunstancias, entendidas literalmente como lo que está a mi alrededor afectan mi vida de manera directa. Y ¿qué me circunda? ¿Qué hay a mi alrededor? Personas. Familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, etc. Nos pasamos la vida acompañados y en compañía de otros, no somos seres solitarios puesto que todo lo que hay en nosotros está diseñado para relacionarnos unos con otros. Tenemos ojos para ver, oídos para escuchar y podemos hablar o tocar, sentir en definitiva, y sería menospreciar nuestro diseño original si lo hiciéramos en soledad. Al final la vida en comunidad, en común-unidad, es donde podemos crecer de manera eficaz entendiendo que al poner nuestras capacidades y dones al servicio de otros contribuimos no sólo al beneficio de los demás sino al nuestro propio.

Cuánta gente habré conocido a lo largo de mi vida y a cuántos más podré conocer. De muchos no guardo más que sus nombres y una tímida imagen de sus rostros. Otros dejaron en mí mucho más y creo que son parte de mi historia tanto como de lo que soy hoy, 29 de Febr
ero de 2016. Con muchos de ellos no tuve una relación estrecha, ni siquiera muy cercana, pero fue su manera de vivir, de afrontar sus circunstancias, de reflejar sus valores lo que impactó mi vida y dejó un poso que huele como a café recién hecho.
Recuerdo la sencillez de Don Edgardo Perez y sus dibujos de Mafalda y la "operación kilo". La pausa de Don Roque Sanchez, del que poco pude aprender por nuestra diferencia de edad, pero quien bendijo enormemente a mi familia y enseño tanto a mis padres. La pasión de Joni por qué su familia conociera a Cristo. Estos ya se fueron pero seguro que de no haber sido así aún seguirían enseñándome. Tantas otros que han pasado por mi vida. Muchos otros son los que en el presente afectan mi vida, contribuyen a mi sostenimiento, me acompañan en el camino y me cogen de la mano. Gracias. No quisiera hacer una lista de todas las personas a las que me gustaría recordar y nombrar pues seguro que me iba a olvidar de alguien y no sería justo, pero te aseguro que si has estado junto a mí, has tenido parte conmigo, eres parte de mí.
"No hace falta dar sus nombres ni apellidos, porque de sobra ellos se saben aludidos".
Y si te das por aludido, querido amigo, querida familia, solo puedo darte las gracias por contribuir en mi vida, por acercarme un poco más a la voluntad de Dios para conmigo, agradable y perfecta, de la cual tú eres parte también, eres mis circunstancias. Bendita circunstancia.

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